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Lujuria

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Lujuria

Calix.

El bosque se extendía ante nosotros, una vasta extensión de árboles y sombra que parecía no tener fin. Caminábamos en silencio, cada uno perdido en sus propios pensamientos. La presencia de los demás era reconfortante, pero también necesitaba un momento a solas con Aeliana. La noche anterior había sido tensa, y las emociones estaban a flor de piel.

Mientras avanzábamos, me acerqué a Aeliana y le susurré al oído:

—Necesito hablar contigo. Ven, vamos un poco más adelante.

Ella asintió, sin hacer preguntas, y nos desviamos ligeramente del grupo. Nos movimos con sigilo, sin dejar de vigilar el entorno. Sabía que los demás notarían nuestra ausencia, pero confiaba en que entenderían la necesidad de un momento privado.

Nos detuvimos junto a un arroyo que corría suavemente, el sonido del agua proporcionaba un telón de fondo tranquilizador. Me giré hacia Aeliana, observando su rostro, tan familiar y tan querido. Mis sentimientos por ella eran intensos, y a menudo difíciles de controlar.

—Calix, ¿qué sucede? —preguntó, su voz suave pero llena de curiosidad.

Tomé una respiración profunda, tratando de ordenar mis pensamientos. La deseaba, eso era innegable, pero sabía que este no era el momento ni el lugar para dejarme llevar por esos impulsos.

—Solo quería un momento a solas contigo —respondí, buscando sus ojos—. Todo ha sido tan caótico, y necesitaba... necesitaba estar cerca de ti.

Aeliana me sonrió, una sonrisa que siempre lograba calmar mi mente. Se acercó y tomó mis manos entre las suyas.

—Estoy aquí, Calix. Siempre estoy aquí para ti.

Sentí una oleada de alivio, pero también de deseo. La atraje hacia mí, inclinándome para besarla, pero ella se detuvo suavemente, colocando una mano en mi pecho.

—Calix, espera —dijo, su voz un susurro—. Necesitamos hablar.

Me detuve, sorprendido por su resistencia, pero asintiendo lentamente. Siempre había sido más impulsivo, y ella, más reflexiva. Aeliana se apartó un poco, pero mantuvo nuestras manos entrelazadas.

—Sé que todo esto es difícil, y que nuestros sentimientos están a flor de piel —comenzó—. Pero no podemos dejar que el deseo nos consuma. No aquí, no ahora. Necesitamos estar enfocados, mantener nuestras mentes claras.

La escuché, sintiendo una mezcla de frustración y comprensión. Sabía que tenía razón, pero la cercanía de su cuerpo, la calidez de su piel, hacía que fuera difícil pensar con claridad.

—Lo sé, Aeliana. Es solo que... —suspiré, buscando las palabras adecuadas—. Siento tanto por ti, y a veces, se vuelve abrumador.

Ella me miró con una ternura que me desarmó por completo.

—Yo también siento lo mismo, Calix. Pero quiero que nuestra relación sea más que solo deseo físico. Quiero que construyamos algo real, algo profundo.

Asentí, sintiendo una paz extraña invadirme. Aeliana siempre había sido mi ancla, la persona que me mantenía centrado.

—Tienes razón —dije finalmente—. A veces olvido que lo más importante es lo que sentimos, no solo lo que hacemos.

Aeliana sonrió y se acercó de nuevo, abrazándome con fuerza. Sentí su calidez envolviéndome, y me permití relajarme en sus brazos.

—Esto es suficiente para mí —susurró—. Saber que estamos juntos, que nos entendemos. Eso es lo que realmente importa.

Nos quedamos así, abrazados junto al arroyo, el sonido del agua y el murmullo del viento creando una sinfonía tranquila a nuestro alrededor. No necesitábamos palabras, solo la presencia del otro.

Después de un rato, nos separamos un poco, pero mantuvimos nuestras manos entrelazadas. Miré a Aeliana, sintiendo una conexión más profunda de lo que había imaginado posible.

—Gracias por recordarme lo que realmente importa —dije, con una sonrisa.

Ella me devolvió la sonrisa, sus ojos brillando con afecto.

—Siempre, Calix. Siempre.

Nos tomamos un momento más antes de regresar al grupo, sabiendo que nuestras prioridades estaban claras y que nuestra relación era más fuerte que nunca. Caminamos juntos, lado a lado, listos para enfrentar lo que viniera, con una nueva comprensión y un vínculo que iba más allá del mero deseo físico.

 Caminamos juntos, lado a lado, listos para enfrentar lo que viniera, con una nueva comprensión y un vínculo que iba más allá del mero deseo físico

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El Resurgir del PecadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora