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Ira

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Ira

Maeve.

Entrar al palacio de Sagehaven resultó ser un desafío mucho mayor de lo que habíamos anticipado. La puerta principal estaba custodiada por gendarmes vigilantes, y cada entrada lateral que encontrábamos parecía igualmente fortificada. Nos encontrábamos en un callejón sin salida, buscando una solución mientras el sol se ponía lentamente sobre las murallas de la ciudad.

—No podemos seguir así —murmuré, frustrada—. ¿Hay alguna otra manera?

Reed frunció el ceño, sus ojos escudriñando las sombras mientras pensaba. Ozzy, a nuestro lado, parecía igualmente perplejo, sus orejas puntiagudas moviéndose nerviosamente.

—Quizás haya un acceso subterráneo —sugirió Reed finalmente—. En las ciudades antiguas como esta, a menudo hay túneles secretos o pasajes olvidados.

Asentí, pensando en la posibilidad. Sagehaven tenía una historia rica y tumultuosa, y no sería descabellado imaginar que hubiera pasajes secretos que conectaran el palacio con otros puntos de la ciudad.

—¿Dónde podríamos encontrar algo así? —pregunté, mirando a nuestro alrededor.

Reed se encogió de hombros, sus ojos verdes brillando con determinación.

—Tal vez en el perímetro de la ciudad, cerca de las murallas. Podría haber entradas que los gendarmes no vigilan tan de cerca.

Decidimos explorar esa posibilidad, deslizándonos por callejones estrechos y oscuros mientras buscábamos cualquier indicio de una entrada secreta. Ozzy nos seguía fielmente, sus pasos silenciosos contrastando con nuestros pensamientos acelerados.

Después de un rato de búsqueda infructuosa, nos detuvimos cerca de una sección de las murallas que parecía menos transitada. Reed y yo intercambiamos una mirada, evaluando la situación con una mezcla de esperanza y nerviosismo.

—Creo que he encontrado algo —susurró Reed, señalando una piedra que sobresalía ligeramente de la base de la muralla.

Nos acercamos con cautela, y al examinar más de cerca, descubrimos que la piedra se movía ligeramente al presionarla en un punto específico. Con un poco de esfuerzo, conseguimos desplazarla lo suficiente para revelar un estrecho pasadizo oscuro que se adentraba bajo las murallas.

—¿Crees que esto nos llevará al palacio? —pregunté, mirando hacia abajo con incertidumbre.

Reed asintió, su expresión determinada.

—Solo hay una forma de averiguarlo.

Sin más dilación, nos deslizamos por el pasadizo, con Ozzy a nuestro lado. La oscuridad nos envolvió de inmediato, solo interrumpida por la débil luz que se filtraba desde la abertura detrás de nosotros. Nos movimos con cautela, sintiendo el frío húmedo de la tierra bajo nuestros pies mientras avanzábamos hacia lo desconocido.

El pasadizo parecía interminable, con giros y vueltas que nos desorientaban aún más. Pero seguimos adelante, impulsados por la necesidad y la esperanza de encontrar una salida que nos llevara al interior del palacio.

Finalmente, después de lo que pareció una eternidad en la oscuridad, el pasadizo se abrió en una pequeña cámara. Nos encontramos en un rincón oscuro y empolvado, con las paredes de piedra cubiertas de musgo y humedad. El silencio era casi palpable, roto solo por nuestros susurros y el suave murmullo de Ozzy.

—Creo que estamos dentro —susurré, mirando a Reed con una mezcla de alivio y emoción.

Él sonrió, pero su expresión se volvió repentinamente seria cuando escuchamos pasos resonando desde el pasadizo detrás de nosotros.

—Los gendarmes —murmuró Reed, girando para mirar hacia atrás—. Nos encontraron.

Nos miramos con determinación, sabiendo que no podíamos permitir que nos atraparan ahora. Pero antes de que pudiera formular un plan, los pasos se acercaron, indicando que no teníamos mucho tiempo.

—Debemos separarnos —susurró Reed rápidamente—. Tal vez podamos despistarlos.

Asentí con gesto firme, sabiendo que no había otra opción. Nos dividimos en direcciones opuestas, con Ozzy siguiendo a Reed mientras yo me adentraba más en el laberinto de pasillos y habitaciones.

Los minutos se volvieron eternos mientras me movía con sigilo, escondiéndome en cada sombra y evitando cualquier indicio de movimiento. Mi corazón latía con fuerza, y la adrenalina corría por mis venas mientras intentaba encontrar una salida segura.

De repente, en un giro oscuro del pasillo, tropecé con alguien. Un instante de pánico me invadió antes de darme cuenta de quién era.

—Reed —susurré, mi voz un suspiro de alivio.

Él me miró con sorpresa, su expresión pasando de la tensión al alivio en un instante. Nos encontramos en la penumbra, nuestros cuerpos apenas separados por unos centímetros de distancia.

—Maeve —murmuró, su voz suave y llena de emoción—. Estás bien.

Asentí, incapaz de decir una palabra. En ese momento, las preocupaciones y el miedo se desvanecieron, reemplazados por una sensación cálida y reconfortante. Mis manos buscaron las suyas instintivamente, encontrando consuelo en su contacto.

—Te encontré —dijo Reed, acercándose aún más, sus ojos verdes brillando en la oscuridad—. No volveré a perderte.

Y antes de que pudiera responder, sus labios encontraron los míos en un beso suave pero lleno de significado. Fue un momento fugaz pero intenso, una promesa silenciosa de que juntos podríamos enfrentar cualquier desafío.

Nos separamos lentamente, nuestras frentes aún juntas mientras recuperábamos el aliento. Ozzy, a nuestro lado, nos observaba con curiosidad, como si entendiera la gravedad del momento.

—Tenemos que seguir adelante —dijo Reed finalmente, su voz un susurro contra mi piel—. Tenemos un objetivo que cumplir.

Asentí, la determinación renovada en mi interior. Nos tomamos un momento más para recuperarnos antes de continuar nuestro camino hacia el corazón del palacio de Sagehaven, juntos y decididos a encontrar lo que habíamos venido a buscar.

El palacio nos esperaba, lleno de secretos y desafíos que solo el destino podía revelar.

El palacio nos esperaba, lleno de secretos y desafíos que solo el destino podía revelar

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El Resurgir del PecadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora