Siete desconocidos, siete almas que comparten un mismo destino. Siete historias unidas por un bien mayor.
¿Sabrán distinguir el bien del mal? ¿Podrán descifrar quién es el verdadero enemigo?
Esta es la historia de los hijos del pecado, siete jóvenes...
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Gula
Seren.
Desde que llegamos a Sreigh, quedé fascinada por la forma en que la comunidad vive en armonía con la naturaleza implacable que rodea este lugar. Las cabañas de madera robusta, diseñadas para resistir los rigores del clima extremo, se agrupaban alrededor de un fuego comunitario que siempre ardía con la calidez del compañerismo. Aunque la vida aquí era dura y austera, cada gesto y cada palabra se tejían con una conexión profunda entre los habitantes de esta remota región alpina.
Durante la noche, mientras compartíamos historias alrededor del fuego, pude ver cómo los lazos de familia y comunidad eran tan fuertes como las montañas que nos rodeaban. El jefe de la tribu, con su sabiduría serena y su liderazgo tranquilizador, era el corazón de Sreigh. Admiraba cómo todos trabajaban juntos para prepararse contra la inminente amenaza de los gendarmes, uniéndose en un propósito común de proteger lo que más valoraban: su hogar y su gente.
Al amanecer, cuando el sol teñía las cumbres nevadas con tonos dorados, nos despedimos de nuestros anfitriones con gratitud y determinación renovadas. Aeron y Elara se prepararon junto a Drystan para liderar el camino hacia Doomholt, la sombría región que se extendía más allá de la muralla de Sreigh. El paisaje comenzó a cambiar a medida que nos adentrábamos en terrenos más áridos y sombríos, con el cielo adquiriendo un tono rojizo y las nubes grises presagiando tormenta.
El camino nos llevó hacia un pantano denso y oscuro, un lugar donde los susurros del viento se mezclaban con los aullidos distantes de los hemófagos, criaturas legendarias que habitaban estas tierras inhóspitas. Sus rugidos resonaban en la quietud del aire, recordándonos que estábamos entrando en un territorio donde la vida era feroz y la naturaleza indomable.
Nos movíamos con precaución, cada paso resonando en el silencio tenso del pantano, mientras nuestros sentidos permanecían alerta ante cualquier peligro que pudiera acechar entre los árboles retorcidos y las aguas estancadas. La sombra de Doomholt se cernía sobre nosotros, pero estábamos determinados a enfrentar lo que fuera necesario para cumplir nuestra misión.
A lo lejos, comenzamos a escuchar los aullidos inquietantes de los hemófagos, esas criaturas temibles que habitaban el pantano cercano. Su sonido era como un eco retorcido de la oscuridad que se avecinaba, recordándonos constantemente el peligro que enfrentábamos en este viaje hacia Doomholt.
Maeve y Reed caminaban delante de mí, sus siluetas destacándose contra el paisaje sombrío. Drystan estaba cerca, vigilante y preparado para cualquier desafío que pudiera surgir. Miré al grupo con renovada admiración, sabiendo que cada uno de ellos llevaba consigo una fuerza y determinación que eran tan necesarias en estos tiempos inciertos.
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