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Avaricia

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Avaricia

El sol se había puesto hacía horas, y la pequeña floristería de Althea estaba bañada en la luz cálida de las lámparas de aceite. Las flores llenaban el aire con su fragancia, creando un refugio acogedor en medio del caos de Dewhar. Habíamos pasado el día arreglando ramos y atendiendo a los clientes, y ahora, en la tranquilidad de la noche, la tienda se sentía como un santuario.

Althea estaba de pie junto al mostrador, sus cabellos rojos rizados caían en cascada sobre sus hombros mientras organizaba las últimas flores del día. Sus ojos verdes brillaban bajo la luz tenue, y sus pecas se destacaban suavemente en su piel pálida. La observaba en silencio, admirando la gracia con la que se movía, la pasión con la que trataba cada pétalo.

—Gracias por tu ayuda hoy, Eiran —dijo, mirándome con una sonrisa que hizo que mi corazón se saltara un latido.

—Siempre es un placer ayudarte, cervatilla.—respondí, tratando de mantener la voz firme.

Nos quedamos en silencio por un momento, el ambiente entre nosotros cargado de una tensión que no podía ignorar. Finalmente, me acerqué a ella, mi mirada fija en sus ojos, sintiendo la urgencia de decirle todo lo que había estado guardando.

—Althea, hay algo que necesito contarte —comencé, mi voz apenas un susurro.

Ella levantó la vista, sus ojos llenos de curiosidad y preocupación.

—¿Qué ocurre?—preguntó, dando un paso hacia mí.

Tragué saliva, sintiendo el peso de mis palabras antes de pronunciarlas.

—Dewhar está en peligro —dije finalmente, viendo cómo su expresión cambiaba de preocupación a alarma—. Los Ministros están planeando algo grande, y tengo que hacer algo para detenerlo.

—¿Qué es lo que planeas hacer? —inquirió, su voz temblando ligeramente.

Me acerqué aún más, nuestras miradas entrelazadas.

—Tengo que robar el Vínculo Áureo, una reliquia que mi padre biológico usaba para conseguir todo lo que deseaba. Está escondido en el palacio de Sagehaven, y si logro recuperarlo, podré usar su poder para detener a los Ministros.

Althea me miró, sus ojos verdes llenos de una mezcla de miedo y admiración.

—Eiran, eso suena extremadamente peligroso.—murmuró—¿Estás seguro de que es la única manera?

Asentí, mi mirada firme.

—Es la única forma de salvar Dewhar. No puedo quedarme de brazos cruzados mientras todo lo que amamos está en peligro.

El silencio se alargó entre nosotros, cargado de una tensión que no podía ignorar. Finalmente, Althea dio un paso más hacia mí, nuestras respiraciones mezclándose en el aire.

—Ten cuidado, Eiran —casi suplicó—. No quiero perderte.

Sin poder contenerme más, incliné la cabeza y capturé sus labios con los míos en un beso apasionado. Fue como si todo el mundo desapareciera, dejando solo el calor de su boca y la dulzura de su aliento. Nos aferramos el uno al otro, como si estuviéramos en medio de una tormenta, buscando consuelo en la cercanía.

Cuando finalmente nos separamos, ambos respirábamos con dificultad, nuestras frentes apoyadas una contra la otra.

—Te amo, Althea —susurré, la confesión escapando de mis labios sin pensarlo.

Ella sonrió, sus ojos brillando con lágrimas contenidas.

—Yo también te amo, Eiran —respondió, su voz temblando de emoción.

Nos abrazamos en silencio, sin darnos cuenta de que no estábamos solos.

Nos abrazamos en silencio, sin darnos cuenta de que no estábamos solos

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El Resurgir del PecadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora