Ira
El sol estaba en su punto más alto y caldeaba mi piel, haciendo que sudara más de lo normal. Me agaché justo a tiempo para esquivar el puño que venía directamente hacia mi rostro y solté un gruñido por el esfuerzo.
─Estás desconcentrada.─advirtió el hombre frente a mí, mostrando una sonrisa de suficiencia.
─Hace demasiado calor, esto no es un entrenamiento...─lancé un par de ganchos que no fueron a ninguna parte. Estaba comenzando a frustrarme─…es una tortura.
Alessandro, quien había sido mi padre desde que me encontraran en aquel callejón, echó su cabeza hacia atrás y soltó una carcajada. Parecía mucho más joven cuando hacía eso y tuve que morderme el interior de la mejilla para no sonreír.
En su lugar, lancé un puñetazo directamente a su costado. Fue un golpe bajo, pero había diversión en sus ojos cuando se recuperó y puso su mirada en mí. Me encogí de hombros, volviendo a ponerme en posición defensiva.─¿Quién está distraído ahora?─una sonrisa traviesa se formó en mis labios.
Volvió a reír, pero esta vez no bajó la guardia y amagó un gancho de derecha, que esquivé fácilmente. No me dio tiempo a reaccionar cuando su otro puño conectó con fuerza con mi mandíbula, haciendo que me tambaleara.
Escupí algo de sangre y estiré mi cuello antes de lanzarme hacia él y tomarlo del cuello, alzando mi rodilla para golpearle la nariz. Mi padre se bamboleó sosteniendo su nariz pero cuando retiró la mano, no había rastro de sangre. Me había asegurado de no hacerle demasiado daño, pero demostrándole que podía hacerlo si quisiera.
Un brillo de orgullo iluminó sus ojos claros cuando me miró, y abrió la boca para decir algo pero el sonido de la puerta trasera al abrirse nos interrumpió. Mi madre apareció en el patio con los brazos cruzados y el ceño fruncido.
─¿Cuántas veces tengo que decirles que no peleen en mi casa?─Técnicamente no estamos en la casa.─me encogí de hombros, ganándome una risa de parte de mi padre.
La mujer sacudió la cabeza en desaprobación.
─La comida está lista, más les vale que entren si no quieren que yo les dé una paliza a los dos.
Mi padre me lanzó una mirada significativa y tuve que contener una risa. Luego pasó uno de sus brazos por mis hombros y me atrajo a él mientras entrábamos a la casa.
─Me has sorprendido, sigues mejorando cada día.─me elogió, desordenando mi cabello, por lo que bufé.
─Y voy a seguir mejorando, un día de estos te venceré.─dije segura de mí misma mientras me dirigía a la cocina y me servía un vaso de agua fresca que bebí de un solo trago.
─Tienes un aspecto pésimo.
Di un respingo al escuchar la voz que me hablaba desde una esquina de la cocina y me maldije en silencio cuando mi mirada viajó hacia el dueño y mi corazón dio un salto en mi pecho. No debería reaccionar así. Estúpido órgano inútil.
─No te has mirado al espejo hoy, ¿verdad?─dije fingiendo indiferencia mientras dejaba el vaso de agua sobre la encimera y secaba mi boca con el dorso de mi mano.
Una pequeña risa escapó de los labios del chico y sacudió su cabeza. Se levantó de la mesa y se acercó a mí con su maldita sonrisa radiante. Se detuvo a una distancia prudencial y mi corazón se aceleró cuando alzó una de sus manos para acomodar mi cabello. Lentamente. Mechón a mechón. Como si supiera exactamente lo que me estaba haciendo.
Pero su rostro seguía mostrando aquella inocente y gentil expresión que conocía tan bien. Aunque habíamos crecido, Reed seguía siendo el mismo niño inocente que conocí hace años. Admiraba y envidiaba su forma de ver la vida, como si todo el mundo fuera tan bueno como él o su familia.
Se me escapó un suspiro mientras lo miraba y la confusión se reflejó en sus ojos. Me arrepentí al instante, siempre había sido capaz de leerme, como si me conociera mejor de lo que me conozco a mí misma. Eso me irritaba.
─ ¿Estás bien?─ preguntó, con sus ojos color miel fijos en mí.
Demasiado intensos, me obligué a apartar la mirada y tragué saliva mientras ordenaba mis pensamientos. No podía decirle lo que pensaba, lo que sentía cuando él estaba cerca. Lo que no debía sentir.
Cuando volví a levantar la mirada hacia él, aún me miraba, expectante. Pero nunca, nunca me presionaba. A la mierda con él y con su maldita actitud gentil.
─Estoy bien, solo cansada por el entrenamiento.─respondí al fin mientras le daba la espalda y me dirigía al comedor, donde nos esperaba una mesa repleta de comida.
Hice una mueca, nunca me habían gustado estos excesos, no cuando había gente muriendo de hambre y viviendo en las calles de nuestro propio pueblo. Es cierto que éramos muchos en la familia, pero sabía bien que mucha de esa comida se terminaría desperdiciando.
Sin embargo, no dije nada para no disgustar a mi madre y me senté junto a Aydan, el menor de mis hermanos. Reed se sentó a mi izquierda y estiró su brazo para servirse las patatas, recibiendo un manotazo y una mirada fulminante de parte de nuestra madre.
El castaño puso sus ojos en blanco, pero en seguida cerró sus ojos y alzó sus manos con las palmas hacia arriba como tantas veces habíamos hecho antes. Los demás tardamos en imitarlo y nos dispusimos a rezar.
“Damos gracias a la infinita misericordia
de las Virtudes que nos protegen. Por la tierra fecunda, el rocío de la mañana y la brisa que permitió hacer crecer estos alimentos. Por todas aquellas personas que seleccionaron, transportaron, y empacaron cada alimento.Por el sustento de este hogar, por la persona que preparó esta comida con amor y por todos nosotros que nos reunimos hoy en esta mesa. Que nuestros cuerpos se nutran hoy de su amor, su misericordia y su bondad”
No moví mis labios en ningún momento durante la oración. No tenía nada por lo que agradecer a las Virtudes, hace muchos años que dejé de creer en ellos. Si de verdad existieran, mis verdaderos padres jamás me habrían abandonado. Si de verdad fueran misericordiosos, mi vida habría sido mucho más fácil. Si de verdad quisieran lo mejor para mí, no habrían permitido que sintiera lo que siento por quien por tantos años consideré mi hermano.
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El Resurgir del Pecado
FantasySiete desconocidos, siete almas que comparten un mismo destino. Siete historias unidas por un bien mayor. ¿Sabrán distinguir el bien del mal? ¿Podrán descifrar quién es el verdadero enemigo? Esta es la historia de los hijos del pecado, siete jóvenes...