Siete desconocidos, siete almas que comparten un mismo destino. Siete historias unidas por un bien mayor.
¿Sabrán distinguir el bien del mal? ¿Podrán descifrar quién es el verdadero enemigo?
Esta es la historia de los hijos del pecado, siete jóvenes...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Avaricia
Creía haber dado esquinazo a los gendarmes algunas cuadras atrás, pero el eco de sus voces aún era audible desde donde me encontraba, por lo que supe con certeza que aún no se habían rendido. No era la primera vez que me metía en problemas con la autoridad y claramente no sería la última. Lo único que me preocupaba en aquellos momentos era no llegar a casa a tiempo para el almuerzo, cosa que a juzgar por la posición del sol era probable que se cumpliera.
Aceleré el paso en cuanto aterricé en aquella azotea, corriendo directamente hacia el borde justo cuando uno de los guardias abría de una patada la puerta que conducía a la terraza desde el interior de la vivienda. No miré hacia atrás y me impulsé con ambas manos sobre el muro, mis piernas se elevaron hasta superarlo y me solté sin miedo, cayendo sobre el tejado del siguiente edificio. Trastabillé con una de las tejas,pero no tardé en recuperar el equilibrio.
Mi mirada viajó entonces momentáneamente hacia atrás, donde los gendarmes me miraban desde la terraza que había ocupado instantes antes. Sonreí burlonamente y les enseñé el dedo de en medio antes de seguir corriendo por el resbaladizo tejado hasta llegar al borde de este. De un estratégico salto, mis pies rebotaron contra la pared de la casa contigua antes de aterrizar en el suelo. Me detuve unos segundos para recuperar el aliento, retirando algunos mechones rizados que se habían adherido a mi frente debido al sudor y me dificultaban la visión.
⎯Aquí se acaba tu pequeña aventura, entrega lo que has robado si no quieres pasar la noche entre rejas, hijo. ⎯se escuchó, y me di la vuelta para encontrarme con el capitán de la gendarmería, blandiendo su reluciente espada en mi dirección. Parecía igual de agotado que yo, a pesar de que se esforzaba por que esto fuese lo menos notable posible, pero el ligero temblor en la mano que sostenía el arma lo delataba.
⎯¿Por qué no te vas a casa, viejo? ⎯sugerí en tono burlón y lo vi fruncir el ceño con evidente molestia⎯. Hay que saber cuándo retirarse.
Sabía perfectamente que provocarlo no me haría ningún favor, pero necesitaba ganar algo de tiempo para encontrar alguna vía de escape. Procurando no perder de vista al capitán y su letal espada, escaneé visualmente todo lo que me rodeaba y puse mi cerebro a funcionar. Tenía que haber alguna forma de escapar.
⎯Tengo trabajo más importante que hacer en lugar de perseguir a un niño insolente por toda la ciudad, así que no hagas esto más difícil de lo que debe ser. ⎯habló a modo de aviso y mis nervios se crisparon en cuanto escuché que me había llamado "niño"⎯. Ninguno de los dos quiere que esto llegue a oídos de los Ministros.
A pesar de tener la mente ocupada en mi irritación y en la forma de escapar, pude darme cuenta de que el hombre había dado algunos pasos hacia mí, buscando acorralarme. Me estaba quedando sin opciones, pero no pensaba rendirme tan fácilmente. Un agudo zumbido se escuchó por encima de nuestras cabezas y ambos miramos al cielo inevitablemente. Antes de que fuera capaz de ver nada, alguien tiró con fuerza de mi brazo, casi haciéndome caer y me arrastró por el estrecho espacio entre dos edificios. Podía sentir la rugosa superficie de piedra de ambos extemos arañar mi espalda y una de mis mejillas pero, quien fuera que estaba arrastrándome, no parecía tener pensado ralentizar el paso pronto.