Lujuria
Calix.
En la parte más central de la región portuaria de Adaport, se encontraba Solaria. Esta ciudad vibraba con vida, un constante pulso de música y risas que resonaba en las calles empedradas. Los mercados nocturnos, llenos de puestos coloridos y vendedores ruidosos, daban paso a los clubes y tabernas cuando la luna ascendía al cielo.
El Jardín de los Placeres era el más famoso de todos, un lugar donde la música y la danza se entrelazaban en un espectáculo hipnótico. Los faroles de papel, colgados en la entrada, iluminaban el rostro sonriente de mis compañeros mientras nos preparábamos para nuestra actuación.
Yo era el alma del Jardín, mi presencia magnética atrayendo miradas de admiración y deseo por igual. Esa noche, mientras me deslizaba entre la multitud, mis ojos se fijaron en una figura nueva en el escenario. Aeliana, con su lira en las manos, tocaba una melodía que parecía detener el tiempo.
Su belleza era etérea, sus cabellos dorados brillando a la luz de las velas. Pero lo que más me intrigaba era la expresión serena y firme en su rostro. Al terminar su actuación, Aeliana levantó la vista, encontrándose con mi mirada intensa. Un desafío silencioso pasó entre nosotros, y sentí un inusual deseo de conocerla, de entender lo que la hacía diferente.
Tras mi propio espectáculo, me acerqué a ella con mi sonrisa más encantadora.
—Tu música es como un sueño, Aeliana. Nunca había oído algo tan hermoso.
Ella me miró con una mezcla de curiosidad y desdén.
—Gracias, Calix. Pero no estoy aquí para ser otra de tus conquistas.
Sus palabras, firmes pero no crueles, me sorprendieron. Por primera vez, alguien había visto más allá de mi fachada, y me sentí desafiado de una manera que nunca había experimentado.
Mientras la noche avanzaba, la imagen de Aeliana tocando la lira permaneció en mi mente, una chispa de algo nuevo e inesperado encendiéndose en mi corazón.
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Regresé a los vestuarios para cambiarme el traje rojo que había lucido esa noche por algo más cómodo y casual. Como usualmente, me miré en el espejo, acomodando mi cabello y esbocé una sonrisa ladeada al ver mi reflejo. Por mucho que Aeliana se resistiera, terminaría cayendo ante mis encantos, todas lo hacían.
Al salir, me esperaba fuera Lyria, quien se acercó a mí con una sonrisa seductora que no tardé en imitar. Lyria y yo habíamos compartido momentos de pasión en el pasado, y su mirada sugerente me indicó que quería repetir la experiencia.
No sería yo quien se negara, mucho menos después del rechazo de Aeliana, no quería pensar demasiado en ello.
—Calix, ¿tienes un momento? —susurró, acercándose aún más.
Sonreí, dejando que mi brazo se deslizara por su espalda hasta cerrarse alrededor de su cintura. Mientras la llevaba a un rincón más privado del club, no pude evitar mirar de reojo hacia el escenario. Aeliana seguía allí, recogiendo sus cosas. Algo en su serenidad me desarmaba, pero intenté concentrarme en Lyria.
Justo cuando iba a besarla, un grito agudo rompió la atmósfera. Me giré bruscamente y vi a Aeliana forcejeando con un hombre borracho que la acosaba. Su mirada de pánico encendió una chispa de furia en mi interior.
Solté a Lyria y me apresuré a acercarme a ambos, lanzando una mirada furiosa al lugar donde la pesada mano del hombre se cerraba con fuerza alrededor de la muñeca de Aeliana. Mi corazón aporreó en mi pecho y sentí una ráfaga de adrenalina.
No entendía por qué aquello me molestaba tanto, pero me interpuse entre ambos sin vacilar y liberé a la chica del agarre de aquel hombre.
—¿Quién te crees que eres? —gruñó el hombre, pero mi mirada fulminante lo hizo retroceder aún más.
—Soy el que te va a reventar la cara como no la dejes en paz.—hablé entre dientes, mis manos cerrándose en puños mientras sentía la mirada de Aeliana en mi espalda.
El hombre gruñó, acercándose amenazante hacia mí. Levantó su puño izquierdo con la idea de golpearme y tomé la mano de la música, apartándola a un lado mientras me agachaba para esquivar el golpe.
Lancé una patada, barriéndole los pies de debajo del cuerpo y haciéndolo caer al suelo con un estruendo. Lo miré de forma amenazante y finalmente, se levantó, murmurando una disculpa y se alejó tambaleándose.
Me giré hacia Aeliana, que respiraba con dificultad. Sus ojos verdes brillaban con una mezcla de gratitud y sorpresa.
—¿Estás bien? —le pregunté, mi voz más suave de lo habitual.
—Sí, gracias a ti —respondió, su voz temblando un poco—. No esperaba que vinieras a ayudarme.
Me encogí de hombros, tratando de restarle importancia al momento.
—No podía dejar que te pasara nada. Nadie debería tratarte así.
Por un momento, nuestros ojos se encontraron, y vi algo cambiar en su expresión. Tal vez era un destello de reconocimiento, una chispa de confianza que no había estado allí antes.
—Gracias, Calix —dijo, esta vez con más firmeza.
—No hay de qué —respondí, sintiendo una calidez en mi pecho que no había sentido antes.
Esa noche, mientras caminaba de regreso a mi pequeña habitación, no podía dejar de pensar en Aeliana. Su mirada, su voz, la forma en que había confiado en mí por un breve momento... Todo eso empezó a cambiar algo dentro de mí. Me di cuenta de que quizás había más en la vida que la constante búsqueda de placer y seducción. Tal vez había algo más profundo, algo que valía la pena descubrir.
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El Resurgir del Pecado
FantasySiete desconocidos, siete almas que comparten un mismo destino. Siete historias unidas por un bien mayor. ¿Sabrán distinguir el bien del mal? ¿Podrán descifrar quién es el verdadero enemigo? Esta es la historia de los hijos del pecado, siete jóvenes...