Orgullo
Drystan.
Desde que tengo memoria, Sreigh ha sido mi hogar y mi prisión. Nací entre las piedras grises y los vientos cortantes que forman la muralla que separa Doomholt del resto de Dewhar. En esta fortaleza, donde el deber y la lucha son nuestros compañeros diarios, aprendí desde joven que la defensa es nuestro propósito, nuestra razón de ser.
Pero detrás de los muros de piedra que nos protegen, hay algo más que guerreros y patrullas. En Sreigh, vivimos como una tribu unida por lazos que van más allá de la sangre. Aquí, la poligamia y el poliamor son vistos no solo como una expresión de amor físico, sino como una unión espiritual entre almas afines. Cada unión se sella con un ritual sagrado, donde las almas se entrelazan en un pacto de apoyo mutuo y entendimiento profundo.
Mis propios lazos están tejidos con dos almas que han marcado mi vida de formas que nunca imaginé. Aeron, el hábil artesano de Valorin, tiene el don de encender el fuego de la pasión en mi corazón con cada gesto de sus manos expertas. Cada vez que lo veo moldear el metal con habilidad, me maravillo de su creatividad y de cómo su arte puede capturar la esencia misma de la vida.
Elara, por otro lado, es mi ancla en tiempos de calma y curación. Como curandera, conoce los secretos de las hierbas y los ungüentos que sanan no solo los cuerpos sino también las almas. Su presencia serena y su sabiduría me recuerdan que hay más en la vida que la batalla constante en la muralla. Cuando estoy con ella, siento que puedo bajar la guardia y encontrar paz en medio del tumulto de deberes que nos rodea.
En Sreigh, aprendí desde joven a valorar estas conexiones profundas y a no temer expresar mis sentimientos abiertamente. Aquí, la fortaleza no se limita a las murallas de piedra, sino que se extiende a los corazones unidos por lazos espirituales y emocionales que trascienden el tiempo y el espacio.
Una tarde, mientras el sol dorado descendía lentamente en el horizonte, encontré a Aeron y Elara juntos en un rincón tranquilo de Sreigh. Aeron estaba enfrascado en su trabajo, sus manos hábiles creando formas delicadas de metal que brillaban bajo la luz del sol poniente. Elara estaba a su lado, observándolo con una sonrisa suave en los labios, una expresión de admiración y amor en sus ojos.
Me acerqué en silencio, sintiendo el calor reconfortante de su presencia antes de que me vieran. Cuando finalmente levantaron la vista y notaron mi llegada, Aeron dejó sus herramientas a un lado y Elara extendió una mano hacia mí, invitándome a unirme a ellos.
Nos sentamos juntos en un círculo íntimo, compartiendo historias del día y risas suaves que llenaban el aire. Sentí la familiaridad reconfortante de su presencia y el profundo amor que compartíamos. En ese momento, comprendí que aunque Sreigh era nuestra fortaleza física, eran estos momentos de conexión y complicidad los que verdaderamente nos fortalecían.
Mientras el cielo se teñía de tonos dorados y rosados, nos abrazamos en un silencio cómodo, sabiendo que juntos éramos más que la suma de nuestras partes individuales. En Sreigh, aprendí que el orgullo no radica solo en la fuerza de nuestros muros, sino en la fortaleza de los lazos que nos unen como familia.
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El crepitar reconfortante de la hoguera iluminaba nuestros rostros cansados mientras Aeron y Elara se recostaban sobre mi pecho, sus respiraciones tranquilas y regulares indicando que el sueño los había reclamado. Yo permanecía despierto, observando las llamas danzar en la oscuridad como si fueran las únicas compañeras de mi vigilia solitaria.
Fue entonces cuando las llamas comenzaron a fluctuar de manera inusual, como si fueran impulsadas por una fuerza invisible. Me quedé observando con atención, sintiendo un escalofrío recorrer mi espina dorsal mientras la forma de un hombre se materializaba lentamente en el corazón del fuego.
El hombre que emergió de las llamas tenía rasgos asiáticos, elegantes y orgullosos. Su cabello y sus ojos eran tan negros como el carbón, y su presencia irradiaba una majestuosidad que me dejó sin aliento. Y, entonces, habló.
—Drystan —su voz resonó en mi mente como un eco lejano y profundo—. Soy Kaito, tu padre. Ha llegado el momento de que despiertes a tu verdadero destino.
Mis pensamientos se agitaron en un torbellino de emociones encontradas. Durante años, había sentido el vacío de no conocer a mis padres, de no tener respuestas sobre mi origen y mi propósito más allá de las murallas de Sreigh. Y ahora, frente a mí, estaba mi padre.
—Dewhar está en peligro, hijo —continuó Kaito, su mirada penetrante encontrándose con la mía—. Las Virtudes han robado una reliquia sagrada,la Corona de la Soberbia. Solo tú puedes recuperarlo y liberarme para salvar nuestro mundo.
Sus palabras resonaron en mi alma como el eco de un destino que había estado esperando durante mucho tiempo. Sabía que no podía ignorar este llamado, por más increíble que pareciera.
—¿Dónde debo buscar esta reliquia? —pregunté, mi voz apenas un susurro en la quietud de la noche.
Kaito me ofreció una visión fugaz de Sagehaven, la ciudad imponente que se alzaba en lo alto de una colina lejana. Pude ver el palacio majestuoso donde la reliquia esperaba, custodiada por las sombras de la intriga y el peligro.
—Ve a Sagehaven, hijo mío —me instó Kaito con solemnidad—. Allí encontrarás respuestas y el camino hacia tu destino.
El fuego se desvaneció lentamente, dejando solo las brasas titilantes y la oscuridad que ahora envolvía el campamento. Aeron y Elara seguían dormidos, inconscientes de la visita celestial que había recibido.
Con cuidado, me levanté con suavidad para no despertar a mis amados. Miré una última vez la hoguera moribunda antes de dirigirme hacia donde descansaba mi espada y mi equipo. Era hora de partir hacia Sagehaven, hacia un futuro incierto pero lleno de promesas.
El viaje sería largo y peligroso, pero no estaría solo. Con el apoyo espiritual de mis seres queridos en Sreigh y el llamado de mi padre biológico guiándome desde las llamas, estaba listo para enfrentar cualquier desafío que se interpusiera en mi camino hacia la salvación de Dewhar.
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El Resurgir del Pecado
FantasySiete desconocidos, siete almas que comparten un mismo destino. Siete historias unidas por un bien mayor. ¿Sabrán distinguir el bien del mal? ¿Podrán descifrar quién es el verdadero enemigo? Esta es la historia de los hijos del pecado, siete jóvenes...