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Pereza

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Pereza

Hideyoshi.

El palacio de Sagehaven se extendía ante nosotros como un laberinto impenetrable de pasillos opulentos y salas majestuosas. Para Daiki y para mí, llegar a la sala oculta donde se encontraba la Almohada del Letargo se convirtió en una odisea de proporciones épicas.

-Estoy seguro de que era a la izquierda en el cruce anterior -murmuré, tratando de recordar el mapa que apenas había logrado estudiar antes de que nos sorprendieran los guardias.

Daiki frunció el ceño, sus ojos oscuros explorando el oscuro pasillo por el que nos encontrábamos ahora.

-¿Estás seguro? Parece que hemos dado vueltas en círculos.

Asentí con pesar. Nos habíamos desviado del plan original, siguiendo un pasillo tras otro en un intento desesperado por evitar a los gendarmes. Ahora estábamos perdidos en las entrañas del palacio, con el tiempo corriendo en nuestra contra.

Justo cuando pensábamos que no podríamos estar más perdidos, nos topamos con una patrulla de gendarmes. Nos miraron con sospecha, sus manos descansando sobre las empuñaduras de sus espadas.

-¿Qué hacen aquí? -preguntó el líder de la patrulla, un hombre de mirada severa y armadura reluciente.

Daiki y yo intercambiamos miradas rápidas, buscando una respuesta que no delatara nuestra verdadera intención. Antes de que pudiera articular una palabra, Daiki se adelantó, su tono sereno pero firme.

-Estamos perdidos, señor. Nos desviamos del camino y nos hemos extraviado en los pasillos del palacio.

El gendarme nos observó con suspicacia durante un momento, evaluando nuestra sinceridad. Pareció dudar por un instante, pero finalmente asintió con la cabeza.

-Sigan este pasillo hasta la sala de guardias. Les darán indicaciones para salir del palacio.

Nos alejamos con alivio, pero el encuentro había retrasado nuestro avance. Necesitábamos encontrar el camino hacia la sala oculta antes de que fuera demasiado tarde.

Reanudamos nuestra búsqueda con renovada determinación, siguiendo el mapa que Daiki había conseguido arrebatarle a uno de los gendarmes durante nuestro encuentro. Corrimos por pasillos vacíos y escaleras empinadas, con el corazón latiendo en nuestros pechos mientras cada segundo parecía una eternidad.

Finalmente, doblamos una esquina y nos encontramos frente a una puerta de madera maciza, tallada con intrincados motivos de amor y pasión. Reconocí los símbolos como los que habíamos visto en el mapa de la sala oculta.

-Es aquí -dije, apenas conteniendo mi emoción.

Daiki asintió, su expresión reflejando el mismo sentido de urgencia. Juntos empujamos la puerta, que se abrió con un chirrido sorprendentemente suave.

Entramos en la habitación, tosiendo por el polvo que había levantado la puerta al abrirse y, al alzar la vista, nos encontramos con un grupo de chicos y chicas que nos miraban con la misma confusión y extrañeza que reflejaban nuestros rostros.

¿Qué hacían ellos allí? ¿Estarían aliados con los Ministros? ¿Serían gendarmes? Miles de preguntas rondaban mi mente mientras me ponía a la defensiva, escaneando la habitación en penumbra. Daiki trató de huir presa del pánico, pero la pesada puerta se cerró de golpe, dejándonos encerrados dentro.

 Daiki trató de huir presa del pánico, pero la pesada puerta se cerró de golpe, dejándonos encerrados dentro

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El Resurgir del PecadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora