Capítulo 1: Sueño lúcido.

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Izuku no supo cómo procesar aquello que veían sus ojos. Tumbado sobre el mullido césped, el cielo antinatural le saludaba con millones de estrellas y galaxias titilantes. Ni en sus mejores sueños podría concebir un paisaje astral de tal magnitud. Dos nubes rosadas arrojaron sombras sobre su cuerpo. Navegaban tan despacio que parecían quietas.

Se incorporó. No comprendía qué estaba pasando. Debería estar en su cama, durmiendo para prepararse para un día de mierda en Aldera junior, la peor institución de enseñanza del país, y no en... ¿Dónde estaba siquiera? Despegó finalmente la mirada del cielo en un intento de comprender su situación, lo que no sirvió de mucho porque el paisaje era irreconocible.

La llanura de césped se extendía —con sus mesetas y colinas— hasta la cordillera de montañas que cortaba el horizonte como los dientes de una sierra. No se encontraba en Japón. Su país no poseía aquel cielo. Entonces una figura pasó por encima de su cabeza. No se trataba de otra nube.

Izuku ahogó el mayor jadeo de la historia cuando un castillo medieval de estilo europeo surcó las corrientes de aire, lo suficientemente lejos para parecer pequeño, y lo suficientemente cerca para apreciar detalles como sus cinco torres rematadas con banderas de color azul.

—Estoy soñando —determinó tras un instante de silencio.

No se le pasó por la cabeza otra explicación. Espera: ¿Había siquiera otra explicación? Tal vez la cena estaba en mal estado y su cerebro entró en "modo delirio" intentando protegerse de las toxinas alimentarias... Nah, estaba soñando. Su madre nunca le serviría nada podrido. ¿Verdad? Apartó la idea con rapidez.

Dio su primer paso —el roce de la hierba fresca contra el pie desnudo fue una de las mejores sensaciones vividas hasta la fecha— antes de darse cuenta de que no llevaba zapatillas. Estaba vestido con unos pantalones cortos y una camiseta sin mangas con la silueta de All might. Su pijama. Respiró hondo. El olor a césped recién cortado embotó su cerebro ya de por sí confuso. Se pellizcó, ahogó otro jadeo. Dolía.

Nunca experimentó tantos detalles en un sueño. Porque estaba soñando, ¿verdad? La idea de la alucinación post "cena en mal estado" regresó a su cabeza, junto al recordatorio de que su madre le hizo un seguro de vida semanas atrás y la necesidad de dinero para llegar a fin de...

«¡No, no y no! ¡Cerebro malo! —pensó sacudiendo la cabeza—. Mi madre no va a matarme».

«Aunque una muerte rápida sería lo necesario para reencarnar en su próxima vida con un quirk», replicó un pensamiento venenoso. Una idea repetida de vez en cuando.

Apretó los dientes antes de patear una piedra, la cual rebotó contra una gran roca cubierta de musgo a unos veinte metros de distancia. Una roca que vibró. Izuku se quedó mirándola con una mueca de sorpresa e incertidumbre. Los objetos inanimados no hacían eso (su cerebro intoxicado por la cena lo sabía muy bien) así que tomó la decisión más inteligente del momento: agarró otra piedra y la lanzó contra su objetivo anómalo.

Tal vez no fuera la opción más racional para una persona normal y corriente, no obstante, Izuku era curioso por naturaleza (y no muy normal, precisamente). Le gustaba explorar, conocer detalles del entorno y aprender. ¿Cómo si no podría rellenar cuadernos y cuadernos de análisis de quirk? Con curiosidad.

«Y un deseo enfermizo por tener un quirk». Su cerebro estaba en racha.

Lo que no tuvo en cuenta fue que su objetivo de experimentación no estaba muy de acuerdo con los repentinos lanzamientos de piedras. La roca, más grande que el propio Izuku (había que añadir), emitió una serie de crujidos rápidos e imposibles para la superficie pétrea. Las capas de musgo se desprendieron dejando ver chapas brillantes, casi metálicas, dispuestas en fila india del tamaño de la cabeza de Izuku. Luego vinieron las patas y, finalmente, el horror.

Más allá de los sueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora