CAPITULO 84

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Pov: Christopher

Siempre he tenido dos teorías, Emiliano es muy llorón y sensible, o está muy consentido.

Los gritos del llanto taladran mi cabeza queriendo reventarme los tímpanos, el día había ido relativamente bien, al menos aprendió a apretar el gatillo, pudo escalar una montaña de juguete que hay en el jardín sin ayuda, todo bien pero no lo pude dejar un minuto solo porque ya se lastimo.

— ¡Puedes callarte solo es un raspón!

Me exaspero mientras camino con él en mis brazos de vuelta a la casa. Se que su madre me querrá arrancar las bolas cuando lo vea pero realmente no es para tanto.

No puedo creer que ya tenga tres años y aun no sepa atarse los cordones de los zapatos o decirme cuando ocupe que lo haga.

— ¡Quielo a mi mami!

— No empieces, tu insististe en venir.

— ¡Me luele muto!

El lugar de donde se tropezó estaba lleno de piedras, y el pijama que traía puesto no ayudó.

— Que bueno así aprenderás hacerme caso a la próxima vez.

El llanto continúa incontenible, lo dejo en el sofá y voy por el botiquín. Mi celular vibra en mi bolsillo y no necesito ver para saber de quien se trata solo de que no veo.

Voy a la cocina a calentar el biberón y regreso a la sala con el que dice ser mi hijo mirándolo incrédulo.

— Tu le explicaras a tu madre porque el raspón.

— ¡AAHH! — es lo único que grita pataleado.

Paso sin cuidado la toalla húmeda por su rostro limpiándole los mocos, le acerco el peluche para que deje de gritar.

No sé cómo carajos rompió el pantalón que traía de la parte de las rodillas, pero se lo termino quitando y limpio la zona enrojecida, creo que por un momento lo hago un poco fuerte porque grita volviendo a llorar.

— ¡Cuilalo! — grita pateando mi mano.

— ¡Ya joder, lo siento!

— ¡Mami! — el llamado pone alerta a Zeus y aúlla.

Ambos comienzan a gritar llamándola, bueno Zeus quizás solo le sigue a los gritos de Emiliano.

— Saben que ella no está aquí así que dejen de llamarla.

Cuando termino de limpiarle el raspón busco una bandita, pero al querer ponérsela niega y se mueve.

— Esa no me lusta.

— No me importa.

— Quielo una de Moada, o de los guppies.

— Esta también es una princesa así que deja de moverte.

— ¡Pelo esa no lusta!

— No sé ni quien es la Moana así que deja que te ponga esta y ya.

Se la pongo y llora.

Llora de tal manera que no me deja estar tranquilo, busco en toda la maldita caja de banditas de Disney y no encuentro a esa, al final solo encuentro a una rubia y al capitán América.

— Moana no viene pero si la que le gusta a tu prima y este que me gusta a mí, ¿cuál quieres? — se las muestro y se limpia las lágrimas.

— Niguna me lusta— hipea y le doy la caja.

— Elije tu entonces.

Al final se pone una del hombre araña y de un perro azul o no sé qué sea.

Siempre fuiste túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora