CAPITULO 90 pt1

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Pov: Atenea

No sé cuánto tiempo ha pasado pero no puedo dormir, la lluvia caer sin cesar. No he querido moverme porque me encuentro aprisionada entre los brazos de mi prometido, el cual se aferra a mi como si temiera a que me fueran arrebatar de él.

Su rico aroma me fascina, el calor y sensación de sentir mi piel con la suya. Dormir entre sus brazos es algo inexplicable.

Lo detallo lo más que puedo intentando memorizar hasta cuantas pestañas tiene. Lo veo mover su cabeza, removerse y abrir los ojos abruptamente.

— ¿Qué pasa? ¿Por qué no estás dormida? — pasa su mano por sus ojos tallándose un poco— ¿Te sientes mal?

Se intenta incorporar pero niego ejerciendo fuerza en nuestras piernas entrelazadas.

— Tranquilo, amor todo está bien— lo calmo— Solo se me fue el sueño.

Sus facciones se relajan dejándose caer de nuevo a mi lado.

— ¿Qué hora es? — pregunta en un murmuro y me giro un poco para ver la.

— Casi las dos y media— susurro y ahora la que se levanta soy yo.

— Ven, ¿a dónde vas? — se queja.

— Necesito ir al baño amor.

— Ve rápido, tengo mucho sueño— se está por quedar dormido.

Estos días han sido muy pesados para él.

— Duerme mi vida— asiente y su respiración se vuelve lenta.

Hago mis necesidades, al verlo profundamente dormido salgo a la cocina para prepararme un té.

El piso está demasiado frio pero lo ignoro caminando de puntitas.

— Señora, ¿necesita algo? — me sobresalto a escuchar a Miranda.

— ¡Por dios me asustaste!

— Lo siento, ¿se le ofrece algo señora?

— Solo venía por un té, ¿qué haces aquí?

— Me levante por un vaso de agua, si gusta vaya a su habitación y yo se lo llevo.

Niego y enciendo las luces.

— Yo lo preparo, ve a descansar— asiente dudosa y se retira.

No demoró mucho, he leído muchos libros que dicen que esto me ayudara para el día que tenga que dar a luz, aunque me emociona la idea de que cada día falta menos para tener a mi bebé en brazos también me aterra el parto.

Me llevo mi taza a la habitación, antes paso a la de mi bebé para comprobar qué todo esté en orden, pero me llevo la sorpresa de encontrarlo despierto y queriéndose bajar de la cuna.

— Amorcito— dejo mi taza en la mesita que hay aun lado de la mecedora.

— ¿Mami? — me llama un poco desorientado.

— Si, soy yo mi amor— lo cargo quitándole el chupete.

— Mami...— sus ojitos aún se encuentran medio cerrados.

— ¿Por qué te querías bajar? — le susurro y el hace muchos pucheros.

Me lo llevo a la silla y puedo ver que aún se encuentra un poco dormido.

— Mami... no quielo il.

— ¿A dónde mi amor? — comienzo a mecernos.

— Mami no quielo il a ela...— sus manitas buscan mis pechos.

Siempre fuiste túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora