CAPITULO 29

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Pov: Christopher

Leonardo me llamo a mí, Atenea no ha contestado su celular desde ayer y su familia estaba preocupada, ellos ya salieron para Acapulco.

Tyler y Gustavo fueron por las maletas a la casa mientras comemos algo en un centro comercial.

— ¿Cuánto tiempo es de aquí a Acapulco?

— Unas cuatro horas y media, lo más tardado va a ser salir de aquí por el tráfico.

— ¿Mami podemosh comel hedado?

— Claro que si amor, cuando terminemos de comer vamos.

Terminamos de comer y ya en la heladería los dos se vuelven locos con la variedad de sabores.

— ¿Tu no quieres? — me pregunta Atenea.

Niego, y ella paga. Tyler me avisa que ya está abajo así que caminamos a la salida, Emiliano va caminando tomado de su mano mientras yo la llevo de la cintura.

— Mami losh paposh

Nos detenemos y tiene las agujetas desatadas, se las voy atar pero ella se agacha con cuidado por la falda.

— Sostenlo— me da el cono.

Muy probablemente se enoje pero ahora que lo tengo se me antoja, de una mordida me como casi la mitad. Y cuan se levanta me mira mal.

— Te pregunte si querías allá— su ceño este fruncido y también arruga un poco la nariz.

— Pero allá yo no quería, quise aquí del tuyo— trato de morder el cono de nuevo pero no me deja.

— Quieto, ya te comiste la mitad, dale mordidas más decentes— sigue sin quitar la nariz arrugada.

— Mami yo te ivito — Emiliano le tiende su helado.

— Gracias mi amor— hace como si le comiera.

Seguimos caminando y me termina compartiendo lo que queda del helado conmigo.

— Aún tenemos que hablar de lo que paso en la cena.

Eso la trata de detener pero se reponer rápidamente.

— De verdad disculpa a mi familia— se pone roja— Dánae siempre ha sido así, desde niñas siempre quería tener los mismos juguetes que yo, la misma ropa, pero también siempre se burlaba de mi por mi peso, mis enfermedades... rompía mis juguetes y aunque me compraran más no dejaba de molestarme.

Estúpida niña, sé que Atenea es muy buena, demasiado pero ayer me sentí tan bien cuando le estrelló la cabeza en la mesa, sé que tuvo que llegar a su límite, pero si ella no hacía algo lo haría yo.

— ¿Nadie hacia nada? — pregunto frunciendo el ceño.

— Si, pero yo estaba tan concentrada en bajar de peso, en recuperarme y en la escuela que las tonterías de ella pasaban a ser insignificantes para mí.

— Después mis tíos se mudaron y deje de verla taaan seguido.

— Pues no me sorprende— me sincero.

— ¿El qué?

— El que quisiera ser como tú.

Me sonríe y me da un beso tierno, el cual vuelvo intenso como me gusta.

— ¡Noo! — el niño entrometido se enoja, y se sienta en el suelo a llorar— ¡A mi mami!

La gente que pasa nos mira enternecidos.

— A ti también te doy, ven— le tiende su mano pero no se mueve — El piso está sucio bebé.

Lo tomo en mis brazos con un ágil movimiento pero se enoja.

Siempre fuiste túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora