CAPITULO 82

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Pov: Christopher

Los gritos del italiano es música para mis oídos, voy por el tercer dedo que le corto en el día.

Ha sido una semana llena de diversión, al menos para mí, no le he podido sacar nada, se resiste y por primera vez soy paciente con lo que hago.

— ¿Te duele? Si apenas estamos empezando.

A la mujer aún nadie la ha tocado, sólo ha estado siendo alimentada a base de agua, la niña, esa mocosa ha estado al cuidado de una mujer arriba, eso mientras Patrick se encargará de lo otro.

— Legión ya llego lo que pediste.

Limpio la sangre de mis manos y de paso mi sudor.

— Descuélguenlo, detengan la sangre de la mano pero solo curen lo necesario y que así sea mientras vuelvo.

— Claro que si yo me encargaré de eso.

Lo tiran a la silla y me acerco a él.

— Me gustaría quedarme pero mi mujer me espera, como sabrás está embarazada y nuestro hijo le encanta dormir con nosotros.

— Tu bastardo nunca será nada suyo, y ella nunca será tu mujer.

Estrelló mi puño en su cara haciéndolo ahogarse con la sangre que produce.

— Al menos a mi si me quiso parir un hijo, y sin pedírselo acepto ser la madre mi hijo.

Dos tipos entran acompañados de Death, cuando comienzan a quitarse los pantalones y el comienza a gritar porque sabe lo que viene, me acerco tomar mis cosas.

— A la mujer aún no la toquen, si se desmaya la electrocutan para despertarla, solo pueden darle un pan cada dos días.

— Claro, nosotros nos encargamos.

Asiento y me largo de ahí, confío en Death no mucho pero lo hago sé que él se encargará.

— Quiero que a la niña se la lleven a la central de aquí y en cuestión de estos días se la lleven a la central de Londres yo me encargaré después de ella.

— Si señor.

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El viaje lo sentí muy rápido, son las cinco de la tarde y al fin aterrizó en High Gardner.

A través de mi ventana los puedo ver y siento un peso menos al verlos a salvo lejos de toda la mierda que hay.

— ¡Papi, papi! — los gritos de felicidad me hacen sonreír apenas bajo del avión— ¡Papi voviste!

Los admiro mientras bajo las escaleras, Atenea trae unas gafas de sol, un vestido rosa de esos que le quedan tan jodidamente preciosos y elegantes. Mi hijo combina con ella en su camisa, su pequeño brazo aún tiene la maldita férula, y Zeus también trae una pañoleta color rosa, los tres están combinados.

Emiliano y yo conectamos nuestras miradas se remueve impaciente para que su madre lo baje, lo hace y enseguida corre a mí.

Corre como si la vida se le fuera en eso, empieza a disminuir el paso al ver que no me acerco y cuando se detiene por completo me mira frunciendo el ceño.

Su labio comienza a temblar al ver que no lo recibo, así que antes de que llore le hago un saludo militar y me pongo a su altura abriendo mis brazos.

Su sonrisa aparece, me devuelve el gesto y sin más me abraza comienza a gritar feliz, beso su cara haciéndole cosquillas como siempre.

Siempre fuiste túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora