—¿Salimos esta noche por Arena? —suelta Elena al terminar la última clase.
—¿No prefieres ir al bar de siempre y tomar unas birras? —digo.
—Por una vez, Enric, ¿podríamos hacer algo divertido? —me asalta Jordi.
Dicen que los amigos son la familia que escoges. A veces me arrepiento de que ellos sean parte de la mía, pero siempre saben como alegrarme, así que al final es un equilibrio de amor y odio lo que siento cuando me atacan, aunque sepa que lo hacen para que no malgaste mi juventud tirado en el sofá leyendo mis novelas románticas.
—Va Enric, siempre hacemos lo mismo, ¿no te apetece salir, que te vean y acabar follando con un maromo que te saque el tremendo palo que tienes metido por el culo? —suplica Elena con una sonrisa maliciosa de oreja a oreja.
Elena es mi mejor amiga. La conocí en el instituto y, casualmente o no tanto, hemos terminado estudiando lo mismo: Ciencias Políticas en la universidad de la ciudad. Lo interesante es que, para ella, fue una elección por convicción; quiere liberar al mundo de las injusticias. Mientras tanto, yo no sabía qué hacer después de la selectividad y terminé allí, intentando ganar tiempo para descubrir qué espera la gente que sea el día de mañana.
—Salgamos a beber, bailar con desconocidos y si aceptas en los próximos cinco segundos, te dejamos que subas a la tarima para bailar tu coreografía de Shake It Off de Taylor Swift y fingiremos que no nos sentimos avergonzados —dice Jordi mientras creo que intenta hacer un twerking, era eso o intenta copular con el marco de la puerta del aula mientras intentamos salir.
Jordi es el colega que, pidas lo que le pidas, siempre le parece bien. Es un compañero que conocimos cuando llegamos aquí. Al principio pensábamos que era rarito porque no se relacionaba con nadie, pero fue invitarle a que nos acompañara a por café una mañana y no nos lo hemos podido quitar de encima desde entonces. Es un tío guapete, pero de esos que no se lo creen, aunque tenga cinco matches en Tinder al día.
—De acuerdo, nos vemos a las diez en Sants —les digo
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Salía de la ducha cuando me llaman por teléfono, era Elena. Iba a llegar diez minutos tarde, lo que significada quince minutos más para arreglarme. Lo cierto es que me he pasado toda la tarde entretenido viendo una peli en el sofá y hasta hace diez minutos, no me había puesto a arreglarme.
—¿Vas a salir esta noche? —Detrás de la puerta se escuchaba la voz de mi madre, había llegado de trabajar.
—Sí, a Elena y Jordi se les ha ocurrido la idea de cenar algo e ir a la discoteca después —le conté mientras seguía con la puerta cerrada y rodeado del vapor entelado en las paredes y el espejo del cuarto de baño.
—Me parece muy bien que lo hagas Enric, la verdad es que empezaba a preocuparme —dice ella mientras se aleja de la puerta por el pasillo.
—¿Cómo?
—A tu edad yo regresaba con churros para desayunar de jueves a domingo. No sabes qué broncas me pegaba tu abuela. —Su risa alcanza a atravesar la puerta—. ¿Necesitas dinero?
—Vale.
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Cuando llegué a la plaza de Sants, me encontré a Jordi mirando la pantalla de su teléfono móvil. Al acercarme, lo guardó con una agilidad increíble. Al poco rato llegó Elena, enfundada en unos pantalones ceñidos negros y una chaqueta de cuero. Estaba radiante, como la protagonista de Grease al final de la película.
—Elena, ¿sabes que vamos a una discoteca gay? No creo que pilles cacho —le dije.
—Puedo salir de puta para arriba sin que sea para poner baboso a otro gilipollas —me respondió con una mirada de orgullo—, si quiero a un tío pegado a mi coño, silbo y vienen a mí como los animales de Blancanieves.
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Dime algo para quedarme
RomanceEnric, un joven con una vida tranquila y predecible, nunca imaginó que un encuentro casual con Álvaro cambiaría su mundo para siempre. Desde el primer momento, el magnetismo de Álvaro despierta en Enric sentimientos y deseos que jamás había experime...