Capítulo 5

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—¡Menudo impresentable! —vociferó por el pasillo de la facultad de camino a la segunda clase de ese lunes —¿Y no te ha hablado aún?

—No, pero tampoco le he escrito yo —le dije.

—¿Y a qué esperas, Henry? Si un tío te lleva a su casa, te mete en la cama, no te mete mano, te hace un chocolate y encima te trata como un huésped de hotel, ¡es el hombre ideal! —terminó la frase sin apenas respirar.

—Me daba vergüenza, después de todo, me vio casi en bolas —le confesé.

—¡Vergüenza es la que debería tener el gilipollas de la discoteca que te drogó! —Cambió de tono—. ¿Sabes algo de él?

—Nada.

—¿Se lo has contado a tu madre y a tu hermana?

—No pude, les mentí diciéndoles que la pasé en tu casa.

—Creo que no se molestarán si se lo cuentas, Henry.

Llegamos al aula 15B en donde había las largas mesas en hilera, nos sentamos en las sillas y empezamos a sacar el portátil de la mochila. Al mismo tiempo, entraba por la puerta el profesor Anselm, quien nos daba clase de derecho constitucional. Era una de las asignaturas más complicadas, así que tenía que estar atento porque ese señor no explica, lee sus apuntes, y si no lo pillas te enterarás en la revisión de examen lo poco o nada que te ha servido tomar apuntes.

—Hoy hablaremos del paradójico ejemplo de España. Las semanas previas hablamos de la composición política de Reino Unido y Estados Unidos —comenzó—. España es una monarquía parlamentaria, ¿alguien de ustedes, mentes adultas, sabría decirme qué significa?

Una mano se levantó en la segunda fila.

—Que nuestra monarquía hace de representante del Estado, pero no gobierna.

—¡Buena respuesta, señor Aguirre!

Elena se me acercó a la oreja.

—No soporto a Jon, siempre es más listo, más empollón y más lameculos que los demás —dijo mientras empecé a reírme en silencio—. Ese chico debería aprender a no dejar mal al resto de la clase, que somos de inteligencia media.

—Los del fondo, ya que les veo participativos —dijo el profesor, haciendo que todos nuestros compañeros dirigieran sus miradas rápidamente en nuestra dirección—, ¿por qué el presidente del gobierno no debería llamar así a su cargo?

Elena arrancó dubitativa:

—¿Porque... aún no se han hecho elecciones este año? —la clase empezó a reírse de golpe.

—¿Alguien podría corregir a su compañera? —siguió el catedrático.

—Un presidente, como vimos en Estados Unidos, hace la labor que desarrolla Biden en la Casa Blanca....

—La de lamerle los cojones a Jon cuando sus padres se van a dormir —dijo Elena en bajito para que solo nosotros lo oyéramos.

—En España el presidente del Gobierno sería el equivalente al primer ministro británico, solo representa al parlamento y a la voluntad del pueblo —terminó Jon con un tono que parecía habérselo sacado de un documental aburrido de La 2.

De repente empezó a vibrar mi móvil. Abrí el WhatsApp en el ordenador para ver quién me escribía, mi madre y hermana no podrían porque estarían trabajando. Una notificación con el nombre sobre del chat, «Álvaro».


Hola, soy Álvaro, ¿estás mejor?

Sí. Muchas gracias por cuidarme y eso.

Tranquilo, fue un placer. La verdad es que quería conocerte.

¿Por?

Te vi en aquel bar, antes de la discoteca, me pareces guapo, nada más.

🙂

¿Te apetece quedar para comer?

Vale, ¿dónde?

Conozco un restaurante en Sant Pol de Mar, el lugar es precioso.

¿Me esperas en Sants y cogemos un tren?

La verdad es que he salido hoy con la moto de mi padre, ¿me acerco a buscarte?

Nunca he ido en moto.

¿Alguna vez has ido en bicicleta?

No, a mi madre le daba pánico pensar que me pudiera hacer daño si me caía.

Pues no te preocupes, te agarras fuerte a mí y te dejas llevar.


En ese momento en el que mi cara dibujaba una sonrisa porque aquel chico atento y guapo me había invitado a hacer una locura, sentí de golpe una patada de Elena. Dirigí la mirada a su cara y vi en ella una cara de alegría tan desproporcionadamente exagerada que casi me hace reír a pleno pulmón.

Empezó a bailar con los puños cerrados, como una animadora y susurrando: «¡Henry tiene novio, Henry tiene novio!». Me enrojecí mucho, y mientras mi cabeza empezaba a volar, mi corazón empezó a latir con más fuerza.

Dime algo para quedarmeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora