Capítulo 48

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Me tiré de espaldas sobre la cama de Álvaro, una ola de polvo se alzó a mi alrededor. Estaba exhausto y lo peor es que no podía ahogar esa incomodidad por estar con Álvaro nuevamente a solas. Estos pensamientos corrían por mi cabeza mientras Álvaro se había retirado para darse una ducha rápida.

A pesar de haberlo intentado, mi relación con Carles no había logrado quitarme de la cabeza a Álvaro. Nuestra relación se basaba en el compromiso, la sinceridad y el respeto, pero Carles desconocía que me había vuelto a juntar con mi ex recientemente y mi cabeza no dejaba de recordarme lo intenso que fue amar a este chico de ojos verdes.

Álvaro regresó a la habitación secándose su preciosa melena húmeda con una toalla blanca, mientras con otra del mismo color aguantaba tensa rodeando su cintura por debajo de los abdominales.

—¿Tienes hambre? —dijo desde los pies de la cama.

—Un poco, pero no mucho —le respondí.

—Espera —dijo perdiéndose nuevamente por el comedor. Tras unos segundos, Álvaro entró con dos yogures de fresa, separándolos y acercándome uno, con una cuchara sujetada sobre la tapa y el pulgar.

—Gracias —tomé mi yogur, me senté sobre el colchón y me introduje una cucharada generosa a la boca. Álvaro no dejó de observarme durante todo ese ritual en silencio.

—Lo siento —soltó tras unos segundos sin decirnos nada. Entendí que lo decía por mi rayada mental con Carles, en ese momento no tenía claro si seguía siendo su novio o si, por el contrario, eso había significado nuestra ruptura.

—No hace falta que te disculpes, tú no tienes la culpa de nada. Soy yo, Álvaro. —Se sentó a los pies de la cama, de lado—. No me gustaría hacerle daño, pero siento que todo se ha detonado esta noche y cuanto más tarde en decidir, más personas saldrán heridas.

—Ya, no te rayes.

—No estoy rayado, Álvaro, simplemente necesito ubicarme, porque esta noche he hecho daño a un gran chico y puede que a dos. —Álvaro sintió como me atormentaba por haber jodido los sentimientos de Carles—. Carles no se merece que le traten como un segundo plato.

Álvaro me abrazó, se mantuvo en silencio, acariciándome el hombro mientras rodeaba con sus fuertes brazos mi cuello.

—¿Por qué ponemos en riesgo toda nuestra felicidad por un instante de amor? —pregunté.

—Supongo que por lo inexplicable e irracional que se siente cuando alguien te ama con la misma fuerza que tú lo haces —concluyó.

Nos quedamos varios minutos estirados en la cama, Álvaro no paraba de acariciarme la espalda, yo hacía lo mismo pero con su cabello. Estábamos abrazados en silencio. Nuestras respiraciones poco a poco llegaron a unirse en sincronía. Después de considerar todos los escenarios posibles, yo ya sentía que había tomado un veredicto y que debía actuar en consecuencia lo antes posible.

—Tengo que hablar con Carles.

Dime algo para quedarmeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora