—Me va a volver loca esta asignatura —se lamentaba Elena en mitad de la sala de estudio de la universidad.
Aquella noche fuimos Elena, Jordi y yo a económicas a estudiar, porque era a única sala de estudio que cerraba a las tres de la mañana. Eso nos daba un tiempo muy considerable para terminar el trabajo de ciencias políticas.
Elena finalmente se había propuesto analizar el proyecto de la adaptación de la calle de Consejo de Ciento a una calle peatonal, mientras que Jordi se decantó por los estudios de discriminación por racismo en el acceso de la vivienda en la ciudad. Ante esos dos grandes temas, a mí solo me quedaba la aplicación de la prohibición de los pisos turísticos. En definitiva, un tema de mierda al que aspirar sacar un cinco y que me dejen continuar sin pena ni gloria esta agonía.
—No encuentro ningún informe publicado que hable de las sanciones impuestas por la nueva ley —digo.
—Mira en alguna asociación de propietarios o algo por el estilo —dice Jordi sin mucho interés y para que le dejara en paz.
Cuando al fin encontré unos datos que ofrecía un artículo de La Vanguardia, mi móvil empezó a vibrar. Vi en la pantalla el nombre de Álvaro. Decidí seguir la conversación en el ordenador.
¿Cómo van los trabajos?
Sigo bloqueado y la putada es que en ocho horas cierra el plazo en el campus virtual.
¿Estás en casa?
No, he bajado con Elena y Jordi a económicas para estudiar.
En ese momento Álvaro dejó de estar en línea.
—Enric, ¿has podido encontrar algo? —me pregunta Elena, preocupada—. ¿Quieres que te eche una mano?
—No te preocupes, ve haciendo —le dije, en verdad estaba muy bloqueado y sin ganas de pasarme una noche de jueves sin pegar ojo.
Al final eché mano del manual de la asignatura.
«Para analizar una política pública podemos contar con dos formas de realizar nuestro estudio: visión formativa, que tiene en cuenta el proceso de gestión, aplicación y evaluación; o sumativa, que contempla el resultado sobre el problema a solucionar».
Empecé a escribir en mi hoja de word las palabras, «Descripción», «Implementación» y «Evaluación». Tiré del artículo del periódico hasta que me llevó a un PowerPoint del Ayuntamiento de Barcelona, con eso pillé gran parte de datos.
Pasó como una hora de mi desbloqueo, mi cabeza comenzaba a dar vueltas sobre las noticias, recortes de informes de varias instituciones y lobbies, cuando el móvil volvió a vibrar.
«Supongo que no habrás cenado, Elena y Jordi tampoco, os he traído pizza, estoy afuera».
Álvaro se había convertido en nuestro salvador. Les anuncié a mis amigos de nuestra cena improvisada y recogimos los apuntes, los ordenadores y los bolígrafos como si nos fuera la vida en ello. Al salir, estaba Álvaro abrigado con una claqueta negra y agarrando dos cajas de pizzas bastante grandes.
—No sabía qué os iba a gustar, así que he cogido opciones clásicas, una es de cuatro quesos y la otra es una pizza a la carbonara —anunció orgulloso.
Me acerqué a esa preciosa sonrisa y le di un pico delante de mis amigos. Elena y Jordi agradecieron el gesto y dieron buena cuenta de la de cuatro quesos, dejándonos para nosotros dos la pizza carbonara porque llevaba bacon.
—Mmmm... ¡Este sí, Henry! Si algún día os tenéis que casar, yo miento por quién sea que tú pasas la prueba del pañuelo —dijo Elena, mientras le caía un hilo de queso de la boca.
—¡Elena por Dios, que son gais, no gitanos! —dijo Jordi—. Perdonadla, por favor, desde que nació y se golpeó la cabeza con la cuna, la muchacha no hila bien.
Nos reímos los cuatro. Elena siempre sabía como hacer la broma en el momento preciso, se ganaba a todo el mundo, hacía amigos hasta debajo de las piedras. Mirándola, disfrutando de su trozo de pizza y congeniando con Álvaro, pienso en lo afortunado que soy de tenerla de amiga.
—¿Cuánto hace que os conocéis vosotros dos? —preguntó Jordi, sometiendo a Álvaro a tercer grado de cuestionario para los novios de tus amigos.
—Dos semanas. Nos conocimos la noche de la discoteca.
—Álvaro, ¿trabajas, estudias o eres un nini? —preguntó Elena.
—Pues terminé la carrera de arquitecto, pero no he encontrado trabajo, así que vivo de lo poco que gano de trabajar en un call center en la Pau.
—¿Eres de esos que te llaman en la hora de la siesta y no te dejan hasta que no les mandas a tomar por culo? —replicó Elena.
Álvaro se rio, yo fruncí un poco el ceño hacia Elena.
—En realidad no, estoy en atención al cliente de una eléctrica y son ellos los que me llaman a mí —respondió muy complaciente.
Al terminar las pizzas, Álvaro decidió que era buen momento de irse. Elena y Jordi se me adelantaron y entraron de nuevo a la biblioteca, yo me quedé a solas con Álvaro para despedirme.
—Muchas gracias por cuidar de mis amigos y de mí —le dije mientras él me agarraba mi cintura para pegar mi cuerpo al suyo—. No tenías por qué hacerlo.
—Es cierto, pero tenía ganas de verte y es mejor cenar aquí en el parking de económicas, contigo y tus amigos, que solo en el piso.
—¿Te apetece que mañana por la tarde planee un plan para los dos? —le dije mirando su perfecta sonrisa.
—Me encantaría.
Nos despedimos con un beso largo. Después me giré, dándole la espalda a Álvaro, sentí el golpe de una cachetada en mis glúteos. Eso me hizo reír. Al abrir la puerta de la biblioteca, eché la mirada al parking, vi a Álvaro alejarse con su moto, calle arriba.
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Dime algo para quedarme
RomanceEnric, un joven con una vida tranquila y predecible, nunca imaginó que un encuentro casual con Álvaro cambiaría su mundo para siempre. Desde el primer momento, el magnetismo de Álvaro despierta en Enric sentimientos y deseos que jamás había experime...