Capítulo 49

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Las luces descendían como lianas por los frondosos plataneros de la avenida. Con ellos, se iluminaba un falso techo con sus brillantes destellos que recordaban a las estrellas. Había llegado veinte minutos antes, estaba nervioso, solo podía escuchar el fuerte latido de mi corazón, no recordaba haber estado tan nervioso como en esta tarde.

Me había arreglado como mil veces, miraba el teléfono móvil como seis veces por minuto, esperando un mensaje de él. Temía que no me contestara cuando le pedí vernos o que se acobardara. Después de todo lo que había sucedido, estaba arrepentido.

Salí escopetado de la boca del metro, el bullicio de la gente me empujaba de lado a lado como en una corriente de mar, mientras cruzaba la Rambla hasta situarme delante del gran teatro del Liceo. Familias sonrientes que paseaban felices, comentando lo bonita que estaba Barcelona por estas fechas. Toda esa escena contrastaba con mi sombrío estado de ánimo en ese momento.

Tras recibir un enorme susto, pude leer el primer aviso, «estoy a una parada». En ese momento, una lágrima se hizo paso por mi mejilla, al mismo tiempo que guardaba el móvil en el bolsillo izquierdo. Habían pasado muchas cosas recientemente entre nosotros y necesitaba poderme enfrentar con la verdad, a pesar de que eso podía acabar con nosotros.

Recordaba la suavidad de sus fuertes manos recorriendo mi espalda, la gravedad de mi cuerpo cayendo sobre sus brazos y mis gemidos que sonaban con perfecta harmonía con los suyos. Lo amaba y cada vez que lo recordaba, tenía claro de que era él con quién debía terminar.

Giré la cabeza hacia la boca del metro, él iba subiendo los escalones con ese abrigo largo que le sienta tan bien de color gris. Su cara denotaba preocupación. Podía leer en su mirada perdida los mil pensamientos que volaban en su interior. «¡Qué adorable es!»

A medida que se acercaba, podía ver como sus labios estaban tensos, como le temblaba la mano de los nervios. El blanco de sus ojos, hoy era rojo oscuro de haber pasado la noche llorando.

Él da un paso más, lo tengo frente a mí, a menos de dos palmos, el muro que nos ha separado en este tiempo sigue ahí, me siento un desconocido delante de él, pero en su mirada hay algo que me resulta familiar. Joder, cuánto te quiero y qué mierda que vaya a decirte esto ahora. Mis labios cogen aire y expulsa con una falsa seguridad de un niño de seis años:

—Te quiero —le dije—, siempre te he querido, pero siendo sincero, mi corazón no puede olvidar a mi ex.

—Lo sé —dijo Carles subiéndose las lentes por el arco de la nariz—, lo he estado pensando mucho y esto no iba a funcionar.

—¿Por qué lo dices? —me quedé asombrado.

—Mira Enric, estaba claro que no funcionábamos como pareja. Soy muy torpe porque cuando estoy contigo tú haces que yo deje de respirar. —Mi corazón dejó de latir, abrí los ojos con sorpresa ante esta declaración—. Siento una enorme presión en mí para poderte agradar, para evitar todo esto —empezó a llorar y su mano apartó la lágrima con rapidez.

—Eso no es bueno.

—Lo sé, pero eres un chico increíble y vale la pena todo esfuerzo para poder conseguir que te fijaras en mí. Lo cierto es que te he amado con tanta fuerza que no recuerdo cuando me olvidé de ser yo mismo. —Me sentí mal por Carles—. No tienes la culpa de nada, ni se te ocurra pensarlo. Te agradezco mucho que me hubieras dado la oportunidad de conocerte, he sido muy feliz a tu lado, incluso ahora, que he entendido que el amor vale la pena cuando no tienes que arriesgar tu vida por mantenerla.

Me quedé en silencio.

—Me gustaría mucho que fueras feliz, Enric. Ojalá tu ex y tú podáis rehacer vuestra relación. Me di cuenta de que no lo llegaste a olvidar nunca y a todo esto, os merecéis daros la oportunidad de vivir una preciosa historia de amor. —Carles me apartó una lágrima de mi mejilla con el pulgar—. Te quiero Enric, por eso necesito dejarte ir.

Carles me besó en los labios, el salitre de sus lágrimas daban sabor a ese último beso de despedida. Entendí que Carles se echaba hacia un lado, porque estaba tan absorto por conseguir que me olvidara de Álvaro, que no fue sincero con él mismo. En ese momento me estaba odiando por no haberme enamorado de él.

Mientras todo eso lo sopesaba en mi interior, la espalda de Carles se difuminaba a lo lejos entre la multitud. Saqué el móvil del bolsillo nuevamente, escribí a Álvaro con ansia. Estaba cerca, haciendo compras con Rober.

Salí en su búsqueda, cuando lo vi me eché a correr y nos fundimos en un abrazo. Ambos entendimos lo que estaba sucediendo sin necesidad de usar palabras y era que el universo, al fin, se había ordenado.

Dime algo para quedarmeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora