A principios de diciembre el invierno empezaba a apretar sobre la ciudad. Habían pasado unos días desde que vi por última vez a Álvaro. No daba señales de vida y eso que le había mandado un par de mensajes preocupándome por su estado de ánimo. Por mi parte, investigué sobre el tratamiento al que se estaba sometiendo y me pasé por la consulta de una organización no gubernamental de prevención de la salud sexual, el checkpoint.
No me sentía un erudito en el tema tras leerme con atención los diferentes trípticos que me facilitaron y tras hablar con un médico joven y cachas, pero sí me pareció una valiosa herramienta para poder acompañar a Álvaro y dejar de lado la estigmatización por una enfermedad que sufren miles de personas en el planeta.
Como he dicho antes, Álvaro se avergonzaba de haberse contagiado, o eso pensaba, así que lo dejé de molestar y dejé que lidiara su proceso como él quería.
Por esas fechas caía el esperado cumpleaños de Elena, el primero que pasaba junto con Jon, lo que tenía claro que no regresaríamos acompañados de algún alemán desconcertado por la bebida y comiéndole los morros a Elena. Sin olvidarnos de aquella vez que en un concierto Elena se fue con un chico italiano, con los mismos rasgos que el David de Miguel Ángel, y acabaron agitando los árboles de un parque. Eso provocó que una bandada de palomas escaparan volando espetados hacia la oscuridad de la noche. No fueron los únicos que aquella noche se sentían en peligro, Elena al regresar dijo: «Joder con el gorgonzola este, poco más y me manda a un cirujano para reconstrucción de vagina completa».
Así que para su vigesimoprimero aniversario eligió ir de conciertos. Esa noche coincidía que se celebraba un pequeño festival de música en la plaza real. Al llegar, la plaza rodeaba un enorme escenario, en las ventanas había personas mayores sentadas observando los conciertos en un lugar tan privilegiado como único. Jordi y Víctor propusieron pasar por la barra para hacernos con refrescos.
Pasamos la noche increíblemente bien hasta que a las once cambiaron de banda. La sorpresa fue colectiva en el grupo, menos para Víctor y Carles, quiénes no comprendían lo que estaba ocurriendo.
—¡Demos la bienvenida a la banda local del Jamboree! —anunciaba el presentador.
Todas las miradas de mis amigos se giraron hacia mí, yo no podía dejar de ver esa silueta reconocible entrar con la guitarra bajo el hombro. No recuerdo si dejé de respirar en ese momento, pero poco a poco perdí la noción del espacio.
—¿Pasa algo? —preguntó Carles, preocupado.
—Eh... No, nada —mentí—, me recuerda a alguien, solo es eso.
—Bona nit Barcelona —se quedó en blanco, sentí que me había reconocido entre los cientos de asistentes que me rodeaban—, ¿estáis preparados para este momento?
Cada cover que cantaba con su voz ronca la sentí como un fan alocado de aquellos que acampan días antes en frente del Palau Sant Jordi. Todas las canciones que cantaba la banda de Álvaro eran canciones que sonaban en su piso, las de su playlist, cuando nos quedábamos solos en la intimidad.
A cada nota que tocaban, sentía mi alma retroceder en el tiempo cuando fuimos felices, en los momentos que aún no se había jodido nada. Reconozco que lloré, sonreí, canté a viva voz y me alejé de mi mundo para estar solo con él, a lo que correspondía con sonrisas tras el micrófono.
—Estamos llegando al final de nuestro concierto —anunció Álvaro desde lo alto del escenario—, esta canción la compuse hace poco. Hace un año me enamoré como nunca de un chico que espero que pueda alguna vez escucharla. Si os preguntáis por qué se acabó, fue por mí, la jodí. Me arrepiento de haberlo dejado volar —se emocionó—. Y quisiera confesarme aquí, delante de todos, que no he podido rehacer mi vida después de ti, lo he intentado, pero no hay persona que me haga ser mejor persona que lo que lograbas tú con tus besos.
Esa confesión me rompió por dentro, quería salir corriendo hacia él, abrazarlo y terminar con un «Siento lo mismo por ti». Pero había una fuerza silenciosa que no dejaba de observarme en ese momento y era Carles. No se merece que le rompan el corazón, cuando fue él quien se ha encargado este tiempo a recomponerme cuando estaba partido en cientos de trozos.
La canción era una confesión toda ella. Hablaba de como se había consumido Álvaro por dentro al ver cómo me veía rehacer mi vida con otra persona que no era él, en lo duro que fue volverme a ver y la distancia que se había creado entre ambos.
Cuando terminó, bajó del escenario entre aplausos, pero Álvaro parecía descompuesto, rendido por esa montaña rusa de emociones que había sentido. Jordi se giró hacia mí.
—Joder, Enric, ¿qué vas a hacer ahora?
—¿De qué hablas? —recriminó Carles.
—Nada —dije tajantemente—. Carles, lo siento, pero el guitarrista de la banda es mi ex, esa declaración iba para mí.
Carles asimiló lo ocurrido y su rostro pasó de estar preocupado a enrojecerse en segundos. Sin decir nada, Carles se hizo hueco entre la multitud, iba apartando a la gente de forma violenta, estaba huyendo.
—Por favor Carles, no te vayas —le gritaba—, puedo explicártelo.
Tras salir hacia Las Ramblas, cuando habíamos dejado la multitud atrás, Carles se giró hacia mí.
—¿Qué quieres contarme? —dijo con los ojos apuntando como un alfiler sobre los míos—, Enric, no soy imbécil, sigues pillado de él, solo tenías que ver como babeabas mientras cantaba ahí arriba.
Tenía razón, no podía negarle lo que era obvio, eso sería mentirle por segunda vez. Ver a Álvaro cantar fue mágico y sí, no pude olvidar lo que me hacía sentir la primera vez que nos conocimos.
—Por favor, Carles, hablémoslo —le supliqué.
—Dime una cosa, ¿has vuelto a ver a tu ex mientras salíamos? —no pude responder, dijera lo que dijera se podría malinterpretar, y le daría la razón para que los celos de Carles pensaran que no era de fiar.
Carles asintió y se fue en silencio, dejándome en silencio ver como su silueta se desvanecía mientras subía Las Ramblas. Cogí el teléfono y comencé a escribir un mensaje de texto para Elena y saber dónde se encontraban para regresar con ellos. Pero antes de poder marcar las diminutas teclas de la pantalla, una voz me llamaba al otro lado de la calle.
—Enric —era Álvaro con la funda de su guitarra colgada en su espalda. Se acercó con prisa hasta estar frente a mí—. Lo siento mucho.
—¿Por qué te disculpas? —le rebatí—, yo tampoco he podido rehacer mi vida después de ti y lo he intentado con todas mis fuerzas.
Vi su cara iluminarse por momentos.
—Pero debes saber que no estoy preparado para regresar contigo aún.
—Lo entiendo —Álvaro entendía que hablaba de Carles—. ¿Te apetece pasar la noche conmigo y nos hacemos compañía? Después de todo, a ambos nos han roto el corazón.
Vi mi móvil nuevamente, no vi ni un mensaje de mis amigos, así que acepté el ofrecimiento de Álvaro. Lo último que quería era pasar solo por ese momento, ya me encargaría de solucionar todas mis movidas al día siguiente.
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Dime algo para quedarme
RomanceEnric, un joven con una vida tranquila y predecible, nunca imaginó que un encuentro casual con Álvaro cambiaría su mundo para siempre. Desde el primer momento, el magnetismo de Álvaro despierta en Enric sentimientos y deseos que jamás había experime...