¿Qué ocurre? ¿Por qué de nuevo me llenan las ganas indestructibles y feroces de atrofiar mi rutina de sueño para escribir...? ¡Qué importa! Voy por mi café.
Mi poesía, la que se me ocurre en lo más profundo y oscuro de la madrugada.
• únicamente p...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Qué miedo me daba besar el hábito de la madre fundadora cada vez que las monjas nos arrastraban hasta la capilla del colegio para ver su cuerpo incorrupto. No me gustaban ni su cara de momia ni sus manos verdosas como bizcochuelos podridos. Aunque lo peor era esa Virgen adornada con el pelo de la madre fundadora, blanco y erizado como la telaraña de una tarántula. «No hables más» repetía inaudible el cántico glorioso de las paredes de insufrible humanidad. Llorosa la voz me adoraba con ahínco, en un frenesí tan tranquilo que me resultaba casi piadoso. La hermana me jalaba de las orejas cada tanto, esperando que por fin mi hastío venciera y le diera la razón, calmando mis ansias, sin embargo ella no podía estar más alejada de mi percepción, ya suficientemente nublada por el odio a ese acervoso estadío.
Me escapé un día de los tantos aquellos, huyendo de la abrumadora letanía que me esperaba cada veintitantos de cada mes, que en ocasiones era reconfortante, y en otras me resultaba más bien tortuosa. Delirante salí con el alma a gatas, «tan mal ya no estoy» le quise mentir, más ella me atrapó, la Virgen siempre me encontraba cautivo de mi propia cabeza. Rostros varios, con el sol quemándome los cabellos, deseando que pronto me quemase también el dolor de mi pecho; la luz que está al final del túnel ya se está por extinguir, ¿y qué me quedará después? El tiempo nunca va a regresar. Las notas se vuelven a bemol menor, no me anestesia ninguna bendición. Un enigma sin solución. Corriendo sin rumbo por 8 de Julio, creyendo que en algún punto encontraré un hogar. Todos tenemos a alguien, ese alguien que no tenemos.