Estudio de sexología

11 1 0
                                        

Creo que ya debo dejar este rencor hacia el floraje de la ciudad, pues solo me hace daño.

Me hace daño compararme con las bugambilias de Guadalajara. De sus margaritas que florecen en prados de terrenos baldíos, sus rosales en las casas que aún conservan el adobe de la revolución, los lirios del parque Colomos, los arreglo fúnebres por las calles allá por Mezquitán, donde el panteón siempre recibe cánticos de mariachis y banda.

«He dado mi cuerpo más veces de las queme han dado flores» es un recurso que los poetas han estado usando constantemente en estos días. Yo difiero.

Yo no he dado mi cuerpo, me lo han arrebatado mil veces.

Y es curioso, es curioso como al confesarlo me llaman piruja y defienden al cabrón que me sacaba una década y aún así insistió en robar mi rosa más roja.

Siempre he diferido cuando mis amigas o cuando los hombres me llaman “bonita”, “hermosa”, “chula” o “guapa”. Hoy lo admito.

Soy bonita, soy hermosa, soy chula, soy guapa. Soy lo suficientemente bella para provocar erecciones, pero no para provocar mariposas. Me enseñaron que ese es el único amor del que soy merecedora.

Fugaz, violento, rudo y momentáneo.

Debí advertirlo a los 12, cuando los muchachos del recinto universitario al lado de mi escuela me pedían les acompañase por “un balón que mis compañeros habían volado”, solo para meterme las manos bajo la falda.

Debí suponerlo la primera vez que un niño, cuando teníamos 13, dijo “ella está buena para cogerla, pero con una bolsa en la cabeza”… Hasta el día de hoy me sigo preguntando si fue cierto.

Me supuse guerrera el día que él me engañó para llevarme a su habitación, me desnudó y el resto mis ojos prefirieron olvidar. Me besó hasta la sombra… Pero nunca me besó los labios. Al día siguiente, mis almohadas estaban empapadas, mi sábanas sucias, mi cuerpo manchado de silentes manos y mi corazón sin explicaciones.

Es curioso todo esto.

Porque me encantan las flores, pero odio mi cuerpo.

Y lo odio un poco más cada que un hombre adulto me toca bajo mis ropas. Y lo odio un poco más cada que una vieja me grita piruja. Y lo odio un poco más cuando recuerdo esas manos vacías tocando todo menos mi rostro. Y lo odio más al recordar que lo único virgen en mí son mis labios. Y lo odio un poco más en la madrugada que las memorias de tantos dedos me apuñalan.

Y me fuerzo a odiar las flores, cuando todo lo que sueño es algún día se me sean obsequiadas.

Y me odio más por saber que soy una flor sin pétalos, y que nunca seré considerada una víctima, porque yo solita fui… Aunque él tuviera 20 y yo 14.

///////////

⚠️OJO⚠️
ESTA CARTA LA ESCRIBÍ EN 2024, PENSANDO EN MI SITUACIÓN DE 2022, ESTO NO ME ESTÁ OCURRIENDO ACTUALMENTE.

Protéjanse de los depravados, están por todos lados… Y NUNCA, NUNCA JAMÁS será su culpa, ni siquiera si sienten que "ustedes solitas fueron", NO.

"No" es no.
"Sí" bajo chantaje, es no.
"Sí" dudoso, es no.
"Sí" que se convierte en "no", es no.
"Sí" bajo sustancias, es no.

𝙄𝙉 𝙈𝙔 𝙃𝙀𝘼𝘿Donde viven las historias. Descúbrelo ahora