Capítulo 21

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Cuando recobre el conocimiento me di cuenta que me encontraba en un cuarto oscuro los recuerdos de lo último que había escuchado hizo que me levantara, pero el dolor hizo que volviera a caer, Traté de moverme con cuidado, pero la cadena que me suj...

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Cuando recobre el conocimiento me di cuenta que me encontraba en un cuarto oscuro los recuerdos de lo último que había escuchado hizo que me levantara, pero el dolor hizo que volviera a caer, Traté de moverme con cuidado, pero la cadena que me sujetaba la pierna me impedía hacerlo con libertad toda la situación me traía recuerdos de cuando estaba en el orfanato al estar encadenada solo hacía pensar en mi pasado.

El cuerpo me dolía y estaba segura que algún hueso roto tenía, el miedo se apoderó de mí mientras me enfrentaba a la realidad de mi situación. Estaba sola, herida y atrapada en algún lugar desconocido además no podía usar magia para defenderme, no sabia si alexandre estaba bien.

La puerta se abrió lentamente, revelando la silueta de una mujer en el umbral.

—Así que finalmente despiertas —dijo con una voz fría mientras avanzaba hacia mí.

Traté de retroceder, pero la cadena que me sujetaba me impedía moverme demasiado. Mi corazón latía con fuerza en mi pecho mientras la mujer se acercaba cada vez más, su mirada fija en mí como si pudiera leer mis pensamientos.

—Bien ahora hagamos esto rápido, dame lo que anula tu olor—.

La demanda de la mujer me dejó perpleja. ¿Qué quería decir con "lo que anula mi olor"? No entendía a qué se refería.

—No sé de qué estás hablando —respondí, tratando de sonar valiente a pesar de mi temor.

La mujer soltó una risa burlona, como si hubiera esperado esta respuesta.

—No te hagas la tonta, algo has hecho para ocultar tu olor y por el bien de tu vida será mejor que lo confieses.

No tenía idea de qué estaba hablando esta mujer, pero estaba claro que pensaba que yo tenía algo que podía ser útil para ella.

—No tengo nada que pueda interesarte .

La mujer se detuvo frente a mí, su mirada era fría y penetrante.

—Muy bien, entonces tendremos que hacerlo a mi manera —musito, mostrándome una daga.

Antes de que pudiera hacer algo, la mujer se abalanzó sobre mí, la daga brillando en la tenue luz. Instintivamente, levanté mis manos para protegerme, pero era inútil. La daga se clavó en mi costado, causando un dolor agudo y penetrante que me hizo gritar.

La mujer sonrió con satisfacción mientras retiraba la daga de mi cuerpo, dejando un profundo corte en mi costado. El dolor era abrumador.

—¡HABLA!.

El dolor me envolvía, pero luché por mantenerme consciente. Respiré profundamente, tratando de calmarme y pensar con claridad a pesar de la agonía.

—No sé lo que quieres, ¡no sé de qué estás hablando! —exclamé entre dientes, con voz temblorosa por el dolor.

El Encanto PerdidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora