Capítulo 41

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En un parpadeo, todo cambió

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En un parpadeo, todo cambió. Me encontré de nuevo dentro del orfanato. El frío exterior desapareció al instante, reemplazado por una oscuridad sofocante.

Esto tiene que ser una broma.

Mi mirada recorrió el lugar hasta dar con el rostro de una persona.

—¿Acaso pensabas que podías escapar tan fácil? — La miré con desconcierto, intentando procesar lo que acababa de suceder.

—¿Cómo demonios hiciste eso? Tu magia es de llama no de...— Pero antes de que pudiera siquiera terminar la pregunta me callo.

—Valencia, o mejor llamada magia dorada —dijo, saboreando las palabras con arrogancia—. La magia negra te puede dar eso y más.

El escalofrío en mi espalda fue inmediato. Antes de que pudiera acercarse más, actué por puro instinto. Extendí mis manos frente a mí y, con un movimiento brusco, prendí fuego en medio de nosotros.

Pero en un abrir y cerrar de ojos, el fuego se apagó en su lugar, grandes picos de hielo surgieron del suelo, avanzando hacia mí con una velocidad aterradora. Apenas tuve tiempo de reaccionar antes de que los afilados fragmentos de hielo llegaran a mis pies.

—No juegues conmigo, maldita huérfana —espetó.

—Severine... —Intenté hablar, intentando recuperar el control de la situación, pero antes de que pudiera decir algo más, ella se lanzó hacia mí.

Con una velocidad que no había anticipado, Severine me tomó del cuello. Su mano era fría como el hielo que me rodeaba, y apretó con una fuerza brutal.

Con la mano libre, logré tocar su brazo, sintiendo la frialdad de su piel. Sabía que no podría igualar su magia negra en ese momento, pero al menos podía intentar algo. Concentré toda mi energía en atraer la magia negra hacia mí.

Poco a poco, empecé a sentir cómo la magia negra se desplazaba desde Severine hacia mí. No era una solución perfecta y más por el hecho que la magia negra era especialmente peligrosa para mí.

Ella se dio cuenta rápidamente de lo que estaba haciendo, Intentó reforzar su agarre, pero su control sobre la magia negra parecía desestabilizarse con cada momento que pasaba.

—De verdad eres increíble.

El ruido del cristal rompiéndose nos interrumpió de repente. El ventanal se rompió en segundos y un gran lobo, imponente y de pelaje oscuro, irrumpió en la sala.

Se lanzó hacia Severine con una velocidad increíble, sus garras extendidas y su mandíbula abierta en un rugido que hizo temblar las paredes. Severine, sorprendida y desorientada, se vio obligada a soltarme. La fuerza del lobo la lanzó contra una pared cercana, haciéndola caer al suelo con un golpe sordo.

Eso debió doler.

El sonido de pasos apresurados y un murmullo de voces me distrajeron, y mi corazón se aceleró al ver a mis padres entrar en la sala. Mi padre se adelantó hasta mí.

El Encanto PerdidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora