Capítulo 33

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Miré a mi alrededor con desconcierto, intentando entender dónde estaba

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Miré a mi alrededor con desconcierto, intentando entender dónde estaba. El lago frente a mí estaba iluminado únicamente por la luna llena, su superficie reflejando un resplandor plateado. Me acerqué al agua y vi mi propio reflejo, distorsionado por las suaves ondas. De repente, una figura apareció detrás de mí, haciendo que mi corazón se acelerara del susto.

Antes de que pudiera reaccionar, la figura me empujó con fuerza, lanzándome al lago. Aunque el agua no era profunda, el impacto fue doloroso. El frío del agua me envolvió, dejándome sin aliento por un momento.

Intenté levantarme, pero antes de que pudiera hacerlo, la figura estaba sobre mí, sus ojos llenos de odio brillando a través de la oscuridad. Reconocí instantáneamente el rostro de Alaric.

—Hola pastelito —saludo de una manera que me puso los pelos de punta, su voz resonando como un trueno en la quietud de la noche— Pronto estaremos juntos de nuevo... pero primero quiere dejar una advertencia.

Con fuerza sobrehumana, me levantó del agua y me sumergió de nuevo, su agarre firme alrededor de mi cuello. Luché desesperadamente, rasguñando sus brazos, pero mis esfuerzos fueron inútiles. El agua fría llenó mi boca y garganta, ahogando mis súplicas.

sus palabras resonaban en mi mente mientras la oscuridad se cerraba a mi alrededor, mis movimientos cada vez más débiles. La desesperación me invadió mientras mis pulmones ardían por falta de aire. Mis uñas desgarraban su piel, pero él no parecía sentir nada.

¿por qué?

¿Por qué tenía que terminar de esta manera...?

De repente, me desperté sobresaltada, jadeando y cubierta de sudor frío. Me levanté de la bañera, el agua antes caliente se encontraba helada. Mi respiración era rápida y superficial, mi corazón latiendo con fuerza desbocada. Mi respiración era rápida y superficial, mi corazón latiendo con fuerza desbocada.

—¡Charlotte! —La voz de Kaiser retumbó desde el otro lado de la puerta del baño—. ¡Abre la puerta, ahora!

Todavía temblando, intenté tranquilizarme.

—E-estoy bien —respondí en un susurro más para mí misma, aunque supuse no había escuchado mi débil contestación.

—¡Si no contestas, tiraré la puerta! —advirtió

—E-está bien, Kaiser, estoy bien —repetí, intentando sonar convincente, aunque mi voz temblaba.

Escuche un suspiro de alivio de su parte.

Con manos temblorosas, me levanté de la bañera, mi cuerpo todavía sintiéndose débil. Me envolví en una toalla y me dirigí hacia la puerta. Al abrirla, encontré a mi mellizo con el rostro pálido.

—¿Qué demonios pasó? —preguntó dándome una mirada seria.

—Me... me quedé dormida en la bañera —admití, mi voz era apenas un susurro.

El Encanto PerdidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora