Pasaron unos cuantos días sin más problemas. Aproveché el tiempo para recuperarme por completo y explorar la biblioteca que tenía amos en su refugio ,esto último era un poco más difícil ya que no podía estar por un tiempo prolongado.
Sentí un pequeño golpe en la cabeza sacándome de mis pensamientos.
—Deja de molestar, zion—mire al pelinegro sentado a mi lado.
—Estoy aburrido. Salgamos —insistió.
—No sé si recuerdas que está congelado afuera y un psicópata me quiere muerta —le recordé, frunciendo el ceño mientras lo miraba.
—Fácil, yo te protejo.
Aja sí.
—¿Por qué mejor no sales con tu mate? Yo me quedaré con niko—el nombrado solo hizo un ruido de aceptación.
—No quiero estar cerca de ella —respondió con un tono de voz más serio de lo que esperaba.
Me sorprendió su respuesta, pero decidí no profundizar en el tema. Sabía que los dos tenían una dinámica un poco extraña en donde parecían que se odiaban, pero no quería involucrarme más de lo necesario.
Nos quedamos en silencio hasta que mi tía entró en la sala. Llevaba un delantal manchado de hierbas y tierra.
—Ya que están ahí sin hacer nada, vengan a ayudarme a limpiar
Zion y yo nos levantamos de inmediato, siguiéndola sin protestar. Niko, sin embargo, se acomodó más en su lugar y comentó:
—Prefiero seguir recostado.
La pelinegra no perdió tiempo en dirigirnos a una habitación llena de plantas extrañas secas colgadas en las paredes y varios materiales para pociones. En el centro había un caldero vacío. El lugar estaba hecho un desastre y lleno de polvo que me hizo estornudar en cuanto entramos.
—Perdón por el polvo, no he tenido tiempo de limpiar esta habitación en semanas —dijo Oriana con una sonrisa. Luego señaló varios frascos pequeños—. Coloquen los venenos y metanlos en aquella caja.
—¿No pueden usar magia para ordenar? —preguntó Zion, mirando todos los frascos.
—Tengo magia de tormenta, no serviría de mucho, y Charlotte no puede usar magia por el momento —contestó la pelinegra mientras buscaba algo en los estantes.
—¿No puede usar magia? — su mirada cayó en mí, a lo cual me encogí de hombros.
—Sí, no puedo usar magia por el momento —dije, levantando la manga de mi cárdigan y mostrando la pulsera mágica incrustada en mi muñeca. No era una imagen muy agradable por los picos clavados en mi piel para detener la magia en mi sangre.
—¿Qué mierda es eso? —exclamó Zion, horrorizado.
—Es una restricción mágica que el Consejo me impuso —expliqué—. Me acusaron de asesinar a Leora. Intenté explicar que era una quimera de magia negra, pero no me creyeron. No tuve más opción que aceptar esto.
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El Encanto Perdido
WerewolfEn el seno de la prestigiosa familia de hechiceros Valencia, Nació un par de mellizos los cuales en sus venas fluía la antigua magia ancestral. Sin embargo, la felicidad efímera de los Valencia se ve truncada cuando una bruja malvada, envidiosa de s...