(𝓚)El olor a alcohol impregnaba la habitación, una mezcla sofocante de las botellas que había vaciado y las que había destrozado en un arranque de desesperación. Pero nada de eso se comparaba al dolor que sentía.
La puerta se abrió con lentitud, como si quien estuviera del otro lado esperara un arrebato de mi parte. Pero ya no tenía la fuerza para eso, ni para levantarme del suelo donde me había desplomado.
—Hijo... —La voz de mi padre rompió el silencio, y al levantar la vista, vi la preocupación reflejada en sus ojos mientras observaba el desastre que era mi habitación.
—¿Qué haces aquí? Dije con claridad que quería estar solo —respondí con dureza, intentando mantener una fachada de firmeza, pero la verdad era que me estaba desmoronando.
Quería la soledad, necesitaba hundirme en ella, pudrirme en el dolor que me consumía, con la absurda esperanza de que, si caía lo suficientemente profundo, tal vez podría verla una última vez.
—No puedes seguir así, Killian. No es sano —dijo con la misma calma que siempre usaba para razonar conmigo, pero esta vez, esas palabras solo encendieron una chispa de furia dentro de mí.
—No me interesa, vete —gruñí, sin siquiera mirarlo a los ojos.
—Killian... —insistió.
—¡Dije que te fueras! —grité, la desesperación teñida en cada palabra. No podía soportar más compasión, no podía soportar más palabras vacías que intentaban convencerme de que todo estaría bien.
—¡Killian, basta! —Su voz resonó con una firmeza inusual—. ¡No puedes caer de esta manera! ¡No es justo para nosotros, ni para ti! ¡Nadie tuvo la culpa de lo que pasó!
Su afirmación era como un veneno, una realidad que no quería aceptar. Nadie tuvo la culpa, pero la culpa me carcomía por dentro, como un parásito que no podía arrancarme.
—¡Claro que lo hubo! —rugí, dejando que la rabia, la culpa y el dolor se desbordaran—. ¡Ella está muerta y yo ni siquiera puedo sentir el dolor de perder a mi mate! —Las palabras salieron a borbotones, como una presa rota—. ¡Yo le fallé! La dejé morir sin más, ahora no puedo siquiera tocarla. Estoy perdiendo la cabeza por eso.
El silencio que siguió a mis palabras fue denso, cargado de una tensión que no parecía ceder. Mi padre me miró con compasión.
—. Esto no es lo que Charlotte querría para ti. Ella no querría verte así, destruyéndote.
Su mención de Charlotte encendió algo en mí, algo que había estado intentando mantener enterrado. La imagen de su rostro apareció en mi mente, su risa, su mirada... y todo lo que había perdido. Cerré los ojos, intentando bloquearlo, pero las imágenes solo se hicieron más claras, más dolorosas.
—No hables de lo que ella querría —murmuré, con la voz quebrada—. No tienes idea de lo que siento.
—killiam...
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El Encanto Perdido
WerewolfEn el seno de la prestigiosa familia de hechiceros Valencia, Nació un par de mellizos los cuales en sus venas fluía la antigua magia ancestral. Sin embargo, la felicidad efímera de los Valencia se ve truncada cuando una bruja malvada, envidiosa de s...