Capítulo 43

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(𝓒)

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(𝓒)

El eco de mis pasos resonaba suavemente en el gran pasillo, donde las paredes estaban completamente cubiertas por estantes repletos de libros.

—¿Y donde más se supone debo buscar? —dije en dirección a amos que me miraba desde afuera.

—Ni idea, tus antepasados lo escondieron —respondió con un encogimiento de hombros —. Piensa con tu cabecita pelirroja.

Rodé los ojos ante su respuesta. De repente sentí un golpe inesperado en la cabeza. Un libro había caído de uno de los estantes superiores, aterrizando directamente sobre mí. Solté un pequeño grito de sorpresa, dando un paso atrás mientras me frotaba la cabeza con una mano.

—¡Ouch! —murmuré, mirando hacia arriba con incredulidad.

—Parece que no tienes que buscar muy lejos.

Me quedé mirando el libro que ahora descansaba en el suelo a mis pies era justo las características que amos me había descrito.

Sostuve el libro con ambas manos, sintiendo su peso y la textura áspera de la cubierta bajo mis dedos. Aún no podía creer que lo hubiera encontrado tan rápido, especialmente después de todo el tiempo que había pasado buscando. Me acerqué a la rubia, quien me miraba con los ojos bien abiertos, claramente sorprendida.

—¿Es este? —pregunté, intentando mantener la calma mientras se lo mostraba.

—¡Por todos los dioses! ¡Lo encontraste en minutos! —exclamó, su tono reflejando una mezcla de incredulidad—sólo estaba bromeando, que suerte que estés medio muerta.

—No es gracioso.

—sí, sí, dame el libro —extendiendo la mano hacia mi le pase el libro el cual tomó ojeándolo con rapidez. —bueno si estás lista, entonces esto será un adiós.

Mis ojos se encontraron con los suyos, y una sensación de pérdida me envolvió. En verdad extrañaría este lugar.

—Te extrañaré—ella solo sonrió con pesar.

—Y yo a ti, pelirroja.

Le devolví una sonrisa débil, sintiendo que el cansancio comenzaba a apoderarse de mí. Lo último que recuerdo antes de caer en un sueño profundo fue la sensación de desplomarme hacia adelante, sin fuerzas para resistir.

Sentí la suavidad y dureza bajo mi cuerpo, lo que me hizo abrir los ojos lentamente, acostumbrándome a la fuerte luz que provenía de una gran lámpara sobre mí. Parpadeé varias veces, tratando de entender dónde estaba, cuando mi mirada se encontró con un candelabro demasiado ostentoso para mi gusto.

Me alarmé al notar que estaba dentro de un féretro, lo que hizo que mi corazón latiera con fuerza. Con cuidado, me levanté y miré hacia abajo, notando que llevaba puesto un vestido blanco.

El Encanto PerdidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora