El ardor se extendía por mi brazo, y mi visión se tornó borrosa. Sabía que no iba a aguantar más en pie. Si no fuera porque él me sostenía como si fuera una marioneta, ya habría caído al suelo.
Entonces dejó de morderme, su cuerpo comenzó a temblar y dio unos pasos hacia atrás, con los ojos en blanco. Yo caí al suelo, derrotada. La respiración se me hacía difícil, el dolor irradiaba por todo mi cuerpo, especialmente en el pecho y las costillas, como si algo me estuviera oprimiendo. Intenté buscar a Ryu con la mirada, mis ojos solo encontraron al vampiro que había cogido la daga del suelo. Con precisión letal, se la clavó en la espalda a uno de los que mantenían a Ryu arrinconado, justo en el corazón. No dejó la daga allí; la retiró y dejó que el cuerpo cayera al suelo con un golpe sordo.
En ese instante, el hombre que me había mordido cayó de golpe, sangre manaba de su boca mientras sus ojos seguían completamente blancos. No entendía qué había pasado, y el dolor me inmovilizaba, obligándome a cerrar los ojos. Sentía como si tuviera astillas de hueso sueltas que se clavaban dentro de mí.
Ryu se levantó del suelo y enfrentó al último enemigo que quedaba en pie. No lo logró a la primera; volvió a clavarle el cuchillo, esta vez en la garganta. La sangre brotó con tanta fuerza que me provocó arcadas.
El ambiente estaba impregnado de un olor repulsivo, una mezcla de sangre y muerte. Intentaba respirar, algo me punzaba internamente quemando. Cada vez que inhalaba o exhalaba, sentía que seguían estrangulándome.
Me llevé la mano al costado; dolía tan solo con el roce de mis dedos sobre el pijama. Mi cuerpo temblaba de dolor, y mis ojos estaban llenos de lágrimas. Notaba sangre que no era mía recorriendo mi piel, manchando mi rostro.
Contemplé a Ryu sacar el cuchillo del cuello para luego avanzar hacia el vampiro que inspeccionaba los cuerpos inertes. Antes de que pudiera clavárselo, este detuvo su mano en el aire con un gesto imperioso y se lo arrebató sin esfuerzo alguno. Acto seguido, lo empujó hacia el otro extremo de la habitación, haciendo que el cuerpo de Ryu se estrellara contra el marco de la puerta. Entonces, su mirada se posó en mí.
Intenté arrastrarme, alejarme hasta la puerta, pero en cuestión de segundos, él ya estaba frente a mí.
—Tranquila, déjame ver, cervatilla. —Sus palabras resonaron en el aire, cargadas de una inquietante calma.
Sus pupilas estaban tan dilatadas que era imposible distinguir el iris de sus ojos.
—No —susurré, negándome a ceder.
Sus manos se deslizaron bajo mi pijama para levantarlo con una delicadeza inesperada. Vi los hematomas, intensos y grotescos.
Escuché los quejidos de Ryu, el sonido de la madera siendo aplastada por sus pies mientras se acercaba.
—Tiene las costillas rotas. Si sigue sentada aquí, seguirá presionándose los pulmones y cada vez le costará más respirar —dijo, sin dar tiempo a que reaccionara. Sus manos rodearon mi cuerpo y me levantaron del suelo, mientras un gemido de dolor escapaba de mis labios—. Lo sé, duele, cervatilla, tranquila.
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Sangre de luna (Primera parte)
FantasySe yergue ante mí. Su voz, un susurro en la oscuridad, promete protección. ―Si yo te he encontrado ―advierte―, ellos también lo harán. Mi abuela me dio unas directrices claras: No abrir la puerta si ella no se encontraba en casa. No dejar entrar a...