Era el momento de hablarlo, ahora o nunca. Selene tenía razón, no podía seguir ocultando mi miedo ni sorprenderme si se cumplía lo peor. Ya tenía suficiente tristeza encima como para retenerla. Mientras limpiaba la sala, observé el elixir casi preparado, hecho tal y como Selene me había indicado. Solo faltaba un ingrediente: su sangre. Era un regalo para él, el cual me había costado mucho tiempo hacer y esperaba que le gustase, porque ¿de qué servía una eternidad si solo él la tendría?
Desde que conocí a Arion, supe cuánto odiaba ser vampiro. No quería verle sufrir, así que le pedí a Selene que me ayudara a preparar una cura para el vampirismo, la misma que le dio a su amado antes de morir. Creí que le haría ilusión, que le estaba concediendo su mayor deseo.
—¿Ha sido una larga noche? —preguntó Arion, apareciendo por la puerta después de un día sin verle.
—Intensa —respondí, sintiendo un nudo en el estómago.
Se acercó y me besó, pero yo apenas pude corresponder. Estaba demasiado nerviosa por lo que tenía que decirle.
—Necesito hablar contigo de algo... —comencé, y él se tensó al instante.
—¿De qué se trata? —preguntó, tensándose.
—Bueno... —Miré hacia abajo, sintiendo la mirada inquisitiva de Arion sobre mí—. Yo...
—¿Estás encinta? —interrumpió, agarrando mi vientre con fuerza.
Su reacción me sorprendió y me dolió. Su tono acusador y su gesto brusco me hicieron retroceder. No era así como había imaginado esta conversación. Mi corazón latía con fuerza y un nudo de angustia se formó en mi garganta.
—¿Acaso esa noticia te desagradaría? —pregunté, alejándome de él, sintiendo un dolor creciente en mi interior.
—¿Lo estás o no? —insistió, ignorando mi pregunta.
—Responde tú primero, Arion —exigí, mirándolo fijamente a los ojos, desafiando su evasiva.
Vi que volvía a acercarse para ponerme la mano en el vientre, pero me aparté bruscamente. La rabia se acumulaba en su mirada, como una tormenta a punto de estallar.
—Lo odiarías, ¿verdad? —respondí por él, mi voz cargada de dolor y decepción—. ¿Es eso lo que sientes?
—¡Dime si estás embarazada! —gritó, su voz resonó en la habitación.
—No te voy a responder hasta que me digas qué pasaría si lo estuviera —respondí con firmeza, cruzándome de brazos.
Arion se quedó en silencio por un momento, respirando profundamente como si estuviera conteniendo un torbellino de emociones. Luego, soltó un suspiro y dijo con voz baja, casi inaudible:
—No quiero tener un monstruo.
Sus palabras fueron como un puñal clavado en mi corazón. Algo en mi interior se rompió, un dolor agudo y punzante que me dejó sin aliento.
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Sangre de luna (Primera parte)
FantasíaSe yergue ante mí. Su voz, un susurro en la oscuridad, promete protección. ―Si yo te he encontrado ―advierte―, ellos también lo harán. Mi abuela me dio unas directrices claras: No abrir la puerta si ella no se encontraba en casa. No dejar entrar a...