Miedo

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No podía negar que lo primero que sentí fue un miedo irracional, un miedo que me paralizó por completo

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No podía negar que lo primero que sentí fue un miedo irracional, un miedo que me paralizó por completo. Mis ojos se clavaron en el anillo, hipnotizados por su brillo, como si temiera que desapareciera en cualquier momento. Un temblor incontrolable recorrió mi cuerpo, y miles de pensamientos se agolparon en mi mente, bloqueando cualquier palabra que quisiera pronunciar.

Era como si el tiempo se hubiera detenido. El mundo a mi alrededor se desvaneció, dejando solo a Arion y a mí, suspendidos en un limbo de emociones encontradas. La sorpresa inicial dio paso a una oleada de sentimientos confusos: alegría, miedo, incredulidad, todo mezclado en un cóctel abrumador.

—Arion, yo... —tartamudeé, incapaz de articular una frase coherente—. Las umbras no pueden... casarse, ¿verdad?

Él negó con la cabeza, una sonrisa suave curvaba sus labios.

—No eres una umbra, Circe —me recordó con ternura—. Y se supone que las sangre de luna tampoco pueden ejercer su papel, pero aquí estamos, desafiando las normas, ¿no es así?

Sus palabras resonaron en mi mente, mezclándose con la incertidumbre que me embargaba. Era cierto, no era una umbra, pero sí era una sangre de luna, aunque diferente a las demás. Mi vida había sido una sucesión de excepciones a las reglas, de desafíos a lo establecido. ¿Por qué no podría ser esto una excepción más?

Pero el miedo seguía ahí, agazapado en mi interior. ¿Estaba preparada para dar un paso tan importante? ¿Estaba lista para entregar mi corazón a Arion, para confiar en él plenamente? ¿Y si me equivocaba? ¿Y si todo esto era un error? ¿Y si era demasiado pronto? Sabía que así eran las criaturas, impulsivas... Pero yo no me crie siendo una.

Las dudas se arremolinaban en mi mente, y mis ojos comenzaron a llenarse de lágrimas.

—¿Qué ocurre? —preguntó Arion, su voz se encontró de preocupación al notar mi angustia.

—Ni siquiera eres capaz de besarme más de cinco segundos seguidos... —murmuré, limpiando la primera lágrima que rodó por mi mejilla—. ¿Es eso lo que debo esperar de nuestra eternidad?

Mis palabras lo golpearon como un puñal. Vi el dolor reflejado en sus ojos, la culpa que lo embargaba por no haber sido capaz de demostrarme su amor de una manera más convincente.

—No, por supuesto que no.

Antes de que pudiera decir o pensar en nada más, se lanzó a mis labios con una pasión que me dejó sin aliento. Esta vez, pude sentir esa ansia contenida, esa necesidad que había estado latente durante tanto tiempo. Sus besos eran como una tormenta, intensos y arrolladores, haciéndome sentir como si mis labios fueran algo prohibido y él, un pecador que no podía resistirse a la tentación.

Sus manos encontraron mi cintura, atrayéndome hacia él con una fuerza irresistible. Respondí a su beso con la misma intensidad, mis dedos enredándose en su cabello mientras nuestros cuerpos no podían separarse ni un solo centímetro. Entonces, sin previo aviso, me levantó del suelo con una fuerza sobrenatural. Mis piernas rodearon sus caderas instintivamente, y por un instante, nuestros ojos se encontraron en un cruce de miradas cargado de deseo y promesa.

Sangre de luna (Primera parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora