Selene sabía cómo ayudarme. Ella, mejor que nadie, sabía cómo enfrentarse a las criaturas que tiempo atrás habían estado de su lado. La habían protegido, sabiendo que llevaba en su vientre a una posible criatura como ellos, o a una tan asombrosa como ella misma o incluso mejor. En ese momento, sin saber exactamente qué gestaba, Selene se había vuelto intocable.
Ella sabía que nadie mentiría en un lugar sagrado como aquel. Bajo la luna llena, cuando su luz plateada eclipsaba cualquier oscuridad, se consideraba un espacio sagrado para los vampiros. Todo aquel que osara mentir o engañar en ese momento sería repudiado y condenado al ostracismo. Y la única opción que me quedaba, que iba más allá de una simple reclamación, era mi vida. Ser reclamada no era suficiente protección, necesitaba algo más para salvarme.
Arion me miró, y pude ver el miedo reflejado en sus ojos. Pero sabía que debía hacerlo. Se plantó frente a mí, su mirada viajó desde mis labios hasta mis ojos, buscando mi aprobación. Asentí levemente, y él, con un temblor en la mano, la elevó hacia mi rostro. Dudó un instante, pero finalmente la posó sobre mi mejilla y me besó.
Sus labios eran suaves y cálidos, un contraste inesperado con la frialdad del bosque nocturno. Al principio, el beso fue tentativo, casi tímido. A medida que nuestros labios se fundían, una corriente eléctrica recorrió mi cuerpo, despertando una pasión que había permanecido escondida durante demasiado tiempo.
Sus manos, sorprendentemente cálidas, se posaron en mi rostro, atrayéndome hacia él con una ternura inesperada. Era como si me hubiera deseado durante toda la eternidad, y ese beso fuera la culminación de un anhelo largamente contenido. Su calor me envolvió, disipando el frío que me rodeaba y llenándome de una sensación de bienestar que no había experimentado jamás.
Nos costó separarnos, nuestros labios se desprendieron lentamente, pero sin alejarse del todo. Nuestras miradas se encontraron, y en sus ojos vi una mezcla de miedo y dolor que me desgarró el corazón.
Apartó el mechón de cabello que caía sobre mi rostro antes de girarse hacia Daire, quien nos observaba con una furia contenida. No era la reacción que esperábamos.
—Coge la daga —me susurró Selene a mi lado, señalando la que Arion llevaba en el cinturón—. Ahora o nunca.
Discretamente escondí la daga a mi espalda, consciente de que no sería fácil. Daire no se rendiría tan fácilmente.
—Eso no demuestra nada —bufó, acercándose lentamente—. Ambos sabemos que mentís, y en zona sagrada... No conocéis las consecuencias de vuestros actos.
—Te invito a comprobarlo —respondí, dando un paso al frente con desafío—. Te invito a que veas si dentro de mí nacerá un sangreétero en un futuro.
—Circe... —Arion intentó interponerse, pero me liberé de su agarre.
La mención de un sangreétero, un ser nacido de la unión entre una sangre de luna, como yo, y un vampiro, era suficiente para hacer vacilar a cualquiera. La leyenda contaba que estos seres eran increíblemente poderosos, capaces de controlar tanto la luz como la oscuridad. Si llevaba a uno en mi vientre, las consecuencias serían impredecibles.
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Sangre de luna (Primera parte)
FantasySe yergue ante mí. Su voz, un susurro en la oscuridad, promete protección. ―Si yo te he encontrado ―advierte―, ellos también lo harán. Mi abuela me dio unas directrices claras: No abrir la puerta si ella no se encontraba en casa. No dejar entrar a...