De nuevo estaba sucediendo, la sensación de desprendimiento de mi cuerpo, como si mi alma se separara de mi carne. Habían sido unos días inusualmente tranquilos en este aspecto, pero la esperanza de una cura se desvanecía rápidamente.
Sin embargo, esta vez era diferente. Me sentía agotada, incapaz de sostener mi propio cuerpo. Un dolor punzante me atravesó la frente mientras observaba impotente cómo mi diversión nocturna comenzaba. No tenía más remedio que seguirme como si fuera mi propia sombra, en un mundo que se sentía onírico y distorsionado. De repente, volví a escuchar esa voz... Alguien susurraba mi nombre, un susurro que se transformaba en un grito desesperado, llamándome hacia él. Mi cuerpo sonámbulo obedecía esa orden, dirigiéndose hacia un lugar desconocido fuera de la casa.
Bajé las escaleras, arrastrando los pies como si pesaran una tonelada. Un silencio sepulcral reinaba en la casa, roto solo por el crepitar del fuego en la chimenea. Ryu no estaba allí, y la puerta principal se encontraba entreabierta. Por un instante, dudé si sería capaz de seguir adelante, pero me subestimé. El ansia por obedecer esa voz, por seguir el llamado de mi nombre, era demasiado fuerte. Por más que intenté resistirme, era inútil. Mi cuerpo espectral atravesaba mi forma física como si fuera un fantasma.
Comencé a caminar bajo la nieve, mis pies hundiéndose en la gruesa capa que cubría el suelo. Volví a entrar en la casa, sabiendo que le estaba dando la espalda a mi otro yo.
Sabía hacia dónde me dirigía, era como si pudiera saborear la muerte en la punta de mi lengua. O buscaba a alguien, o estaba irremediablemente perdida.
Subí las escaleras, y la primera puerta que vino a mi mente fue la del final del pasillo. Algo en mi interior me impulsó a abrirla sin dudar. Me acerqué a donde Ryu dormía, semidesnudo y al verlo allí, tan vulnerable, tan tranquilo y silencioso, me quedé sin aliento. Nunca lo había visto así, tan expuesto y desprotegido. Era una imagen nueva para mí, y por un momento, me perdí en su contemplación.
—¡Ryu! —grité su nombre, mi voz resonaba en la habitación como un eco desesperado—. ¡Ryu...!
Nada cambiaba. Me acerqué a la ventana, observando con creciente angustia cómo mi otro yo se acercaba al bosque, aunque afortunadamente, a pasos lentos.
—¡Ryu!
Me subí a la cama, de rodillas junto a él, intentando despertarlo de alguna manera. No podía tocarlo, solo mirarlo. Me acerqué a su rostro todo lo que pude, sintiendo su respiración cálida, también su aroma.
—Ryu... —susurré, a escasos centímetros de sus labios.
Nuestros rostros estaban tan cerca, que cuando sus ojos se abrieron de golpe, sentí como si nuestros labios se hubieran rozado.
Retrocedí bruscamente, sobresaltada. Él parecía buscarme con la mirada, confundido. Se llevó los dedos a los labios, como si intentara recordar un sueño, y luego se levantó de un salto. No sabía cómo guiarlo, pero no fue necesario. Se acercó a la ventana, echó un vistazo al exterior y salió corriendo de la habitación, descalzo y sin camisa, desafiando el frío.
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Sangre de luna (Primera parte)
خيال (فانتازيا)Se yergue ante mí. Su voz, un susurro en la oscuridad, promete protección. ―Si yo te he encontrado ―advierte―, ellos también lo harán. Mi abuela me dio unas directrices claras: No abrir la puerta si ella no se encontraba en casa. No dejar entrar a...