La revelación de la oscuridad interior

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Con cada página que pasaba, la angustia se intensificaba

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Con cada página que pasaba, la angustia se intensificaba. No entendía cómo aquel libro había llegado a mis manos con tanta facilidad, destacando entre tantos otros. Horas habían transcurrido, pasando páginas, releyendo sin cesar, intentando descifrar aquel enigma. El libro contenía toda la información disponible hasta el momento, presuntamente verídica. Fue entonces, al pasar una página, que tuve que cerrar los ojos con fuerza, invadida por un escalofrío.

El sonido del viento colándose por la ventana me helaba la sangre. Froté mis sienes, abrí los ojos con desconfianza y contemplé la imagen que me aguardaba. Una mujer sostenía lo que parecía ser un niño entre sus brazos, un niño con extremidades mutiladas, sin un brazo ni cabeza. La mujer tenía los dientes clavados en su cuerpo, las manchas oscuras eran sangre, y sus ojos miraban fijamente al frente, vacíos de emoción.

Hasta ese momento, el libro solo había relatado la leyenda, sin alterar la historia que el vampiro me había contado. Pero a partir de esa imagen, todo comenzó a desmoronarse.

«Comportamiento salvaje irracional».

«Despertar salvaje imparable».

«Seductoras».

«Altamente peligrosas».

Las palabras se repetían, afirmando que las sangre de luna no nacían con esa agresividad, sino que crecía en su interior y emergía de repente, sin previo aviso. Esto las convertía en un peligro real, y por eso, hasta la fecha, no había muchos registros de ellas. La mayoría eran asesinadas al nacer, y las pocas que alcanzaban cierta edad enloquecían y eran eliminadas. No había nada a lo que aferrarme, nada que sugiriera una cura, una salvación para mí...

Entonces descubrí a Astraea, una sangre de luna que decidió quitarse la vida antes de dañar a sus seres queridos, no sin antes dejar una carta de despedida para cada uno... Luego se lanzó desde un acantilado, poniendo fin a su existencia. Nadie pudo detenerla, nadie excepto el hombre que la amaba, quien lo descubrió demasiado tarde al encontrar la carta. Él recogió su cuerpo destrozado y le dio un entierro digno. Después huyó con su hija, la hija de ambos.

La imagen de Astraea saltando al vacío se grabó en mi mente, atormentándome. ¿Sería ese mi final también? ¿Acabaría perdiendo el control y lastimando a aquellos que amaba? ¿Tendría que elegir entre la muerte y una vida de sufrimiento y destrucción?

Toda sangre de luna descendía de un mismo linaje, por tanto, no existían meras casualidades. La maldición estaba en la sangre, destinada a despertar en una generación u otra. Aquellas mujeres eran mis antepasadas, y de alguna manera, las que lograron sobrevivir dejaron descendencia que se propagó a lo largo del tiempo. Las palabras que más se repetían eran «monstruoso», «aberración», «antinatural»... Evidentemente, no todas las sangre de luna estaban registradas en el libro, seguramente faltaban más de las que podía imaginar. Desde luego, no había razón alguna para que siguieran con vida, eran tratadas como una plaga que debía erradicarse antes de que desataran masacres.

Sangre de luna (Primera parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora