Aproveché la oportunidad para coger el libro de mi abuela, un tesoro que contenía el registro de todas las plantas que había cultivado, poseído y cosechado a lo largo de los años.
En el coche, mientras Arion conducía con la mirada fija en la carretera, me sumergí en sus páginas, buscando consuelo en la familiaridad de su letra y en el conocimiento que atesoraba.
El silencio nos envolvía, un manto de respeto y comprensión. Agradecía que Arion respetara mi espacio, que no me invadiera con preguntas o juicios. Simplemente estaba ahí, presente, ofreciendo su apoyo silencioso.
De repente, un pinchazo lacerante en mi cabeza me hizo cerrar los ojos con fuerza. El dolor era tan intenso que un gemido escapó de mis labios. El coche se detuvo bruscamente y un silencio ensordecedor me envolvió. Sentí las manos de Arion sobre mi rostro, intentando apartar mis dedos que se aferraban a mi cabeza como si pudieran contener el tormento.
Fue entonces cuando un recuerdo fragmentario me inundó la mente, como una nana lejana, una melodía que se abría paso entre la niebla del dolor.
—Ey, cervatilla... ¿Qué pasa? ¿Qué te duele, Circe? —La voz de Arion llegó a mis oídos, amortiguada por el zumbido persistente que martilleaba mi cabeza.
Respiré profundamente, intentando recuperar el aliento y comprender qué había sucedido.
—¿Qué cantabas en los calabozos? —pregunté, la voz aún temblorosa. El recuerdo de su voz resonando en las entrañas de la casa mientras estaba encerrado se hizo más nítido—. Creo... creo que lo recuerdo. ¿Cantabas? El sonido que me volvía loca... eras tú.
La sorpresa se dibujó en el rostro de Arion, atrapado con la guardia baja.
—¿Te acuerdas de eso ahora? —preguntó, su voz mezcla de asombro y cautela.
Asentí, aún luchando contra el malestar que persistía en mi cabeza.
—¿Era una nana? —inquirí, aferrándome a ese fragmento de melodía que resonaba en mi memoria.
Arion negó con la cabeza, su expresión sombría.
—Era una canción... —respondió con voz grave—. Una canción que había escuchado sobre... sobre la sangre de luna.
—Luna de sangre, luna de mi pertenencia. En el bosque silencioso brilla la luna llena, con su luz plateada ilumina la escena... —Un escalofrío me recorrió la espalda al escuchar esas palabras, sin entender su significado—. ¿Era así?
La sorpresa se reflejó en los ojos de Arion. Señalé el volante, instándolo a continuar conduciendo mientras intentaba descifrar el enigma de la canción.
—Es una especie de canción popular, muy antigua... Más bien un ritual —dijo con voz grave, como si le pesara confesarlo.
El dolor en mi cabeza comenzó a ceder, pero la inquietud persistía.
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Sangre de luna (Primera parte)
FantasySe yergue ante mí. Su voz, un susurro en la oscuridad, promete protección. ―Si yo te he encontrado ―advierte―, ellos también lo harán. Mi abuela me dio unas directrices claras: No abrir la puerta si ella no se encontraba en casa. No dejar entrar a...