Todo estaba oscuro, la tenue luz de la luna apenas se filtraba entre las ramas de los árboles, creando sombras inquietantes que bailaban a nuestro alrededor. La visibilidad era mínima, y cada paso se convertía en un desafío. Me empujaba con una mano firme en la espalda, guiándome por el sinuoso sendero. Mis pies tropezaban constantemente con las raíces que sobresalían del suelo, casi como si intentaran atraparme. Sentía la humedad del suelo y el crujido de las hojas secas bajo mis botas. A cada tropiezo, mi corazón latía más rápido, consciente de la vulnerabilidad que nos rodeaba en la oscuridad del bosque. El silencio solo era interrumpido por nuestros movimientos torpes y el susurro del viento entre los árboles. En más de una ocasión noté sombras que giraban a nuestro alrededor, luces parpadeantes, sonidos de animales que jamás había escuchado... Eso me tensaba todavía más.
En un acto desesperado, fingí tropezar con una raíz traicionera, cayendo de bruces sobre el suelo húmedo. Mi mano se deslizó hacia mi costado, buscando el mango de la daga oculta.
—¿Qué haces? Levanta —ordenó la criatura, su voz resonaba en la oscuridad.
—Espera, me he hecho daño —gemí, intentando ganar tiempo mientras mis dedos se aferraban al arma.
—Imposible, ¿cómo te vas a hacer daño? No te has golpeado.
—Que sí, ¡ay! —insistí, forzando un grito de dolor cuando quiso que me levantase.
En un movimiento rápido, logré sacar la daga, pero la criatura fue más veloz. Sus manos me sujetaron con fuerza, dándome la vuelta y obligándome a mirarlo directamente a sus ojos negros como la noche.
—Qué zote eres —siseó con desprecio, su aliento fétido rozaba mi rostro.
Su mano se cerró en torno a mi muñeca, apretando con una fuerza brutal. Un crujido sordo resonó en el silencio del bosque, seguido de un grito de dolor que escapó de mis labios. La daga se deslizó de mi mano, junto con una lágrima de frustración.
Sin piedad, la criatura me agarró por los hombros y me lanzó contra una raíz. Un dolor agudo me atravesó la espalda, y la oscuridad me envolvió por completo. Dejándome inconsciente.
De vez en cuando, mis ojos se abrían brevemente, apenas registrando el roce del aire en mi piel antes de volver a caer en un sopor doloroso. Un dolor agudo me atravesaba el cuerpo, como si cada hueso y músculo estuvieran en llamas.
Finalmente, desperté por completo cuando los rayos del sol me acariciaron el rostro. Pero ya no estábamos en movimiento. Mis manos y pies estaban inmovilizados, atados con cuerdas ásperas que me cortaban la piel. Un olor extraño, una mezcla de humedad, madera vieja y algo metálico, me hizo forzar la vista.
Forcé mis ojos a abrirse, pero la visión era borrosa, como si estuviera mirando a través de un velo. A mi alrededor, vislumbré cabañas rústicas y árboles imponentes, un paisaje que parecía sacado de un tiempo pasado. ¿A dónde me habían llevado? ¿Había retrocedido en el tiempo?
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Sangre de luna (Primera parte)
FantasySe yergue ante mí. Su voz, un susurro en la oscuridad, promete protección. ―Si yo te he encontrado ―advierte―, ellos también lo harán. Mi abuela me dio unas directrices claras: No abrir la puerta si ella no se encontraba en casa. No dejar entrar a...