Esa misma mañana, decidí teñirme el pelo. El proceso fue largo y laborioso, y al mirarme en el espejo, me costó reconocerme. Pero el cambio no me desagradó en absoluto; de hecho, me atrevería a decir que el nuevo color me sentaba de maravilla.
Por la tarde entrando la noche, mientras preparaba la sala de curación, sentí la mirada inquisitiva de Arion clavada en mi espalda. Aunque no lo dijera abiertamente, sabía que no estaba muy de acuerdo con mi decisión. Pero si yo había aceptado estar con él en sus términos, él también debía aceptar lo que conllevaba estar conmigo. Desde el principio fui clara: mi independencia y mi libertad eran innegociables.
—No podrás quedarte cuando empiece —dije, rompiendo el silencio que se había instalado entre nosotros.
—¿Disculpa? —preguntó, su voz se tiñó de sorpresa.
Me giré para mirarle, mi mirada fue firme y decidida.
—Si te quedas, puedes asustarlos. A los pacientes, quiero decir.
—¿Y quién te protege si alguien se vuelve loco? —replicó, su preocupación era evidente en sus ojos.
Me reí suavemente, intentando disipar la tensión.
—Nadie se va a volver loco, y, además, tengo a Ryu. Él puede encargarse de cualquier situación.
—¿Y eso crees que me hace sentir más seguro? —Se acercó a mí con pasos vacilantes, sus ojos clavados en los míos—. ¿Con una cabra?
Rodeé mis brazos por detrás de su cuello y le besé con ternura, transmitiéndole mi confianza y mi amor.
Antes de que pudiera separarme, me rodeó las piernas con sus fuertes brazos y me sentó sobre la esquina de la mesa de madera, volviendo a besarme con una pasión que hizo que mi corazón se acelerara.
Sus labios se movieron sobre los míos con una intensidad que me hizo olvidar mis preocupaciones, mis miedos, mis dudas. Sus manos acariciaban mi espalda, mi cuello, mi cabello, encendiendo un fuego que amenazaba con consumirnos.
—Yo conozco otra forma mejor de pasar el rato... —susurró en mi oído, su voz era ronca y seductora.
Pero en medio de ese torbellino de sensaciones, una chispa de lucidez se encendió en mi mente. Me separé de él, respirando hondo para recuperar el control. No pensaba caer en su trampa, por muy tentador que fuera. Ya suficiente caía.
—Tengo que hacerlo —dije con firmeza, señalándome a mí misma—. Quiero hacerlo, y tus intentos de seducción no van a funcionar conmigo.
Arion puso los ojos en blanco, un gesto de fingida exasperación que no pudo ocultar la sonrisa que se dibujaba en sus labios. Se separó de mí, y no pude evitar reírme ante su reacción. Desde luego, los vampiros siempre intentaban salirse con la suya, utilizando su encanto y su poder de seducción para conseguir lo que querían. Pero yo no iba a ceder tan fácilmente, no esta vez.
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Sangre de luna (Primera parte)
FantasySe yergue ante mí. Su voz, un susurro en la oscuridad, promete protección. ―Si yo te he encontrado ―advierte―, ellos también lo harán. Mi abuela me dio unas directrices claras: No abrir la puerta si ella no se encontraba en casa. No dejar entrar a...