Capítulo 9

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Había cortado su mano. Deshaciéndose de una parte de su ser. Sin una pizca de dolor. Sin una piza de duda. Solo una orden dada, solo una acción. Eso basto. Y obedeció.

La muchacha se sintió sin habla y por un momento pensó que esto no podía ser real. Fue como salirse de su cuerpo. Todo esto se sentía... mal.

¿Por qué lo había hecho?

Lo había escuchado retractarse y ahora...

Luego Fell procedió a rasgar con su otra mano una parte de su propia ropa para envolverse el final de su brazo para evitar así que más de su sangre se derramara.

Dio unos pasos hacia ellos dos. -Espero que este acto sea de su agrado para perdonar mi imprudencia. Y que mi reino no tenga repercusiones

El rey Karim no respondió.

Fell estaba actuando y hablando como si no hubiera perdido una mano. Como si tan solo se hubiera arrancado una uña.

Y luego alzo la mirada hacia Karim -¿Está satisfecho, mi rey? – y sus ojos amarillos mantenían un semblante tranquilo

-Tu reino, -dijo – está a salvo

Entonces Arista lo entendió.

Su pueblo.

Había hecho eso por su gente. El rey Karim era alguien poderoso, y Fell no provocaría que sus tontas decisiones hicieran que otros lo pagaran. Y mucho menos su gente.

Este era otro tipo de valentía. Un gesto altruista. Y bastante loco.

Hizo una especie de reverencia mientras que con la mano que aún conservaba se tocó el pecho. Parecía una despedida. Algo en señal de respeto.

Entonces al incorporarse de nuevo fijo su vista en Arista -espero me perdone, mi reina.

¿Perdonarlo?

Sus ojos parpadearon de forma incrédula. ¿se arrepentía de verdad de lo que hizo? ¿o esto solo era un acto para contentar al mismo rey?

-Puedes ir en paz, Fell. -sonó el - Tu reino sigue siendo mi aliado. Y mi espada es tu espada mientras tu actúes como mi escudo.

El hombre asintió y entonces finalmente se fue.

Pasaron unos minutos donde el silencio se instaló entre ambos. Juntos a solas en ese inmenso gran salón.

Entonces los ojos rojos del rey Karim se fijaron en ella con un gesto de culpa -Yo... iba a detenerlo... Iba a...

-Lo se... -lo tranquilizo ella – él no te dejo hablar. No quería una segunda oportunidad. No quería la lastima. -fue lo que supuso

-Su orgullo le valió más que su mano.

-No- negó ella – creo que fue amor.

Karim permaneció en silencio

Ella suspiro – creo que solo quería contentarte y creo que temía que si te retractabas de la orden dada, luego te las cobrarías de alguna otra forma, o pedirías otro tipo de castigo. Al menos así, la orden que tu distes solo repercutiría en él. Prefirió cargar con la culpa y no dejar a otros lidiar con su... pecado... supongo...

-Solo lo perdone debido a ti.

-¿Qué?- lo miró fijamente intentando descifrar todas estas emociones intermitentes que iban y venían

-No soy una buena persona, Arista. No me interesaba si perdía una mano, un brazo, una pierna, o su misma cabeza. Su vida no puede significar menos para mí. incluso ahora.

-P-pero...- estaba dudosa mientras desviaba su vista de el

-Solo iba a retirar mi orden, porque tú me lo pediste.

Eso la sorprendió. Mas allá de lo que el mismo rey Karim le había dicho y advertido sobre matarla, se había preocupado por ella, y había ido a su rescate con la intención de ponerla a salvo.

-¿Por qué mi palabra te valdría tanto?

-Porque... supongo que ante tus ojos... quiero quedar bien.-admitió -quiero que pienses que soy bueno. Pero no lo soy. No estoy arrepentido. Yo mismo le hubiera cortado el brazo.

Todos estos deseos. Todo esto, era demasiado. Era abrumado. El tema de la magia, de los reyes, de este sujeto. De su misma vida. ¿Cuándo todo había cambiado tanto?

-Está bien... está bien... solo... creo que debemos regresar... después de todo, el solo intento humillarme. No me hizo nada más.

-Nadie te humilló.

-¿Qué?

-Tú lo humillaste a él.

Arista no entendió

-Pues todo el tiempo, aunque el pensará lo contrario, tu tuviste el control de ti misma. Fingiste para que no te descubriera. Jugaste con él. Y lo atrapaste en su propio juego.

-No quería que fuera un juego...

-Bien. Vamos a casa- entonces la tomo entre sus brazos cargándola y levantándose consigo terminando así la antigua conversación.

La reunión había sido un desastre y todos los rumores sobre esto se regarían pronto.

Se subieron al carruaje y no hablaron durante todo el trayecto a casa. Y cuando llegaron el rey volvió a tomarla entre sus brazos

-Yo... puedo caminar sola... yo puedo...

-No. Yo mismo te llevare hasta nuestra habitación

Ella callo. Porque sabía que no podría llevarle la contraria. Aunque, ¿estaba segura de eso? ¿Qué tanto poder podría ejercer ella sobre el rey?

¿La apreciaba? ¿podría tener esto a su favor?

Ninguno de sus sirvientes le hicieron preguntas y mucho menos lo interrogaron. Y si es que se cuestionaron el porque Arista regreso sin su vestido y cargada por el mismo rey se lo callaron. Incluso el mismo Elian los miro pasar, pero mantuvo la boca cerrada.

Pronto el rey entro en la silenciosa habitación, y la deposito sobre la cama

Por todo lo que le había dicho el rey antes tomo una nota mental de que Karim era un hombre letal y poderoso casi por igual. Y nadie solía llevarle la contraria o enfrentarlo.

Suspiro agotada... esto era demasiado...

-Arista...

-¿S-si?

-Nunca dejes que esto pase de nuevo. -murmuro sentado desde la cama

-Pero... sino lo hubiera hecho... esto... él hubiera...

-No vuelvas a ponerte a ti misma en peligro para guardar un secreto. No lo vale. -dijo -Muerta igual tampoco me sirves. ¿entiendes?

Entonces pensó que debía tratarse de eso. Solo de eso. Seguro que había malinterpretado todo. El solo se preocupaba por ella porque si moría, no rompería ningún hecho

-¿Esperabas que hiciera otra cosa?

-Dado tu lógica al pensar y viniendo de ti... -suspiro -No... eres algo obstinada -reconoció y luego se relajo

-No tienes que preocuparte -se miró a sí misma – como veras, no estoy lastimada. No sufrí daño alguno esta noche

-Si, -dijo el rey -pero entre otras, ahora me responderás algo más -entonces miro hacia su cuerpo con semblante serio mientras con su brazo estirado se inclinaba hacia ella sobre la cama cubriéndole el paso.

-¿Qué cosa?- y una alerta encendiéndose en ella.

Y la expresión en su rostro cambio con una sombra oscura instalándose en sus ojos-Ahora me dirás, -rojos como una amenaza- ¿quién te hizo todas esas cicatrices?

El rey me hizo su reinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora