La tarde en el parque resultó ser tan mágica como Abril había planeado. Las risas de los niños llenaban el aire mientras jugaban a la cuerda, al fútbol y a los clásicos juegos de persecución. Abril y Marcos se encargaron de supervisar a los más pequeños, aunque ambos sabían que las miradas entre ellos contaban una historia paralela.
Abril había llevado consigo una mochila que escondía el punto culminante de la tarde: la torta para Leo. Mientras los niños seguían jugando, ella y Marcos se alejaron un poco para montar una pequeña mesa improvisada bajo un árbol, adornándola con globos que habían comprado de camino.
— Esto está quedando perfecto —dijo Marcos mientras inflaba un globo—. No sé cómo te las ingenias para pensar en todo.
— Es que me gusta verlos felices —respondió Abril, colocando cuidadosamente las velas en la torta—. Pero no me hagas quedar como una genia. Vos ayudaste un montón.
Marcos se detuvo un momento para mirarla con seriedad.
— No es solo por hoy. Siempre sos así, Abril. Tenés un don para cuidar de los demás. No cualquiera lo hace con tanta naturalidad.
Abril se sonrojó nuevamente, desviando la mirada hacia los niños que corrían por el parque.
— A veces siento que sólo hago eso porque no sé hacer otra cosa —murmuró.
— Eso no es cierto. — Marcos se acercó, dejando los globos a un lado—. Vos tenés algo especial, algo que no se aprende. Y sé que, aunque ahora tengas dudas, vas a descubrir lo que realmente te hace única.
Las palabras de Marcos la hicieron sentir un calor reconfortante. No era la primera vez que alguien le decía algo similar, pero viniendo de él, sonaban más reales, más cercanas.
Cuando la mesa estuvo lista, llamaron a los niños, quienes llegaron corriendo, emocionados al ver la sorpresa. Leo quedó boquiabierto al ver la torta, adornada con crema, frutillas y trozos de chocolate.
— ¡Esto es increíble! —exclamó Leo—. ¿Hiciste esto para mí?
— Claro que sí —respondió Abril con una sonrisa—. Todos merecen celebrar su cumpleaños, y vos no sos la excepción.
Los niños cantaron "Feliz cumpleaños" a coro, mientras Leo apagaba las velas con un entusiasmo desbordante. La tarde continuó con más juegos, anécdotas y risas, y por un momento, Abril sintió que el mundo estaba perfectamente en su lugar.
Más tarde, mientras guardaban las cosas y el sol comenzaba a ocultarse, Abril y Marcos se sentaron en un banco, observando a los niños jugar por última vez antes de regresar al hogar.
— Fue un buen día —dijo Abril, apoyando la cabeza en el hombro de Marcos.
— Lo fue —respondió él, rodeándola con un brazo—. Y fue gracias a vos.
Ella lo miró de reojo, con una mezcla de agradecimiento y timidez.
— No sé si estoy encontrando mi lugar, pero… creo que hoy di un paso importante.
— Lo diste —afirmó Marcos, con una sonrisa que transmitía confianza—. Y aunque no sepas todo ahora, ya estás en el camino. Eso es lo que importa.
Abril no respondió, pero su corazón latía con fuerza. Aunque quedaba mucho por descubrir, esa tarde había aprendido algo valioso: no estaba sola, y había personas que creían en ella, incluso cuando ella misma dudaba. Y eso, para ella, era un gran comienzo.
Mientras tanto en el hogar, Cris seguía pensando en como ayudaría a Abril a descubrirse. Se puso a mirar las fotos de cuando Abril era nena y empezó a recordar las ocurrencias de Abril cuando era niña. Recordó su vocabulario peculiar que sirvió de inspiración para el vocabulario de Floricienta y el de Margarita. Recordó de cuando Abril era nena y del enojo que le agarró cuando vio Floricienta en la tele y la muerte inesperada del Freezer y le causó risa cuando Abril empezó a leer el guión de las primeras escenas de Máximo y en broma la Nela la miró u empezó a hablarle.
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