Cris rió al escuchar la historia que Marcos recordaba con tanta claridad.
— ¡Es que esa era Abril en su máxima expresión! —exclamó, su sonrisa iluminada por el amor que sentía hacia su hija—. Siempre tuvo esa forma única de darle la vuelta a todo, de cuestionar las cosas que no le cerraban y hacerlas a su manera. Creo que ni siquiera ella entiende cuánto ha influido en nuestras vidas.
Marcos asintió, recostándose en el respaldo del sofá, pensativo.
— ¿Sabés, Cris? Creo que Abril no solo tiene que reencontrarse con esa parte de ella. Tal vez lo que necesita es darse cuenta de que nunca la perdió del todo. Solo está ahí, esperando a que ella le haga un poquito de caso.
Cris lo miró con sorpresa y orgullo.
— Hablas como si la conocieras de toda la vida.
— Bueno, es que... cuando alguien como ella entra en tu vida, te deja huella —admitió Marcos con un leve rubor en las mejillas, intentando ocultarlo detrás de una sonrisa casual. — Además yo la conozco desde que tengo uso de razón, mi hermano se casó con Belén y yo con Abril llevamos las alianzas junto a Nacho y Nadia. Conozco sus ocurrencias, sus flikitis, sus flores amarillas y sus tules llenos de colores, ella hacía los bailes más despelotadas y su risa llenaba los lugares más oscuros.
Cris arqueó una ceja, divertida.
— ¿Eso fue una confesión, joven?
Marcos carraspeó, incómodo pero sin dejar de sonreír.
— Nah, no digas pavadas, Cris. Solo digo lo que todos piensan. Abril es especial, y no hace falta estar enamorado de ella para darse cuenta.
— Si vos lo decís… —respondió Cris, dejando que la conversación flotara en el aire mientras recogía las fotos que aún estaban sobre la mesa.
En ese momento, desde el pasillo, se escuchó la voz de Abril llamándolos.
— ¡Marcos, mamá! Vengan un segundo. Quiero mostrarles algo.
Ambos se miraron, curiosos, antes de levantarse y dirigirse al cuarto de Abril. Al entrar, encontraron a la joven sentada en el piso, rodeada de hojas garabateadas y lápices de colores, con una expresión de entusiasmo en el rostro.
— ¿Qué estuviste haciendo? —preguntó Cris, con una mezcla de intriga y alegría.
— Estaba escribiendo —respondió Abril—. Pero no solo escribiendo. Estuve anotando ideas para un proyecto nuevo. Algo que me ayude a reconectar con todo esto que soy.
Marcos se inclinó para tomar una de las hojas y leyó en voz alta:
— "Historias de zapatillas, flores amarillas y finales felices inesperados". ¿Es un título?
— ¡Es más que un título! —respondió Abril, emocionada—. Es una idea para un cuento o una serie de cuentos. Algo que mezcle todas las cosas que me inspiran: las ocurrencias de mi infancia, las historias que inventábamos juntos, y hasta las palabras raras que solía inventar.
Cris y Marcos intercambiaron una mirada, ambos claramente conmovidos por el entusiasmo renovado de Abril.
— Es una idea genial, hija —dijo Cris, sentándose junto a ella—. Y estoy segura de que va a salir algo hermoso de todo esto.
— Sí —añadió Marcos, con una sonrisa sincera—. Pero no te olvides de algo importante.
— ¿Qué cosa? —preguntó Abril, intrigada.
— Que no importa si la historia termina siendo sobre zapatillas, flores o flikitis. Lo importante es que te diviertas escribiéndola y que te haga feliz. Eso es lo único que importa.
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