Abril se quedó mirando a los chicos, todavía asimilando la noticia. Un torbellino de emociones cruzaba su rostro: sorpresa, alivio, y, sobre todo, alegría. Marcos, a su lado, sonrió con ternura al verla tan conmovida.
— ¿Y qué estamos esperando? —dijo ella, poniéndose de pie de un salto—. ¡Vamos a ver al Teñido!
— ¿Ahora mismo? —preguntó Fach, con cierta diversión—. Ya es tarde, Abril. Los doctores dijeron que mañana sería mejor para que lo vean todos juntos.
— ¿Tarde? —replicó Abril con una sonrisa traviesa—. Fach, ¿acaso no aprendiste nada? Para las buenas noticias nunca es demasiado tarde.
Marcos se levantó también, riendo.
— Bueno, si vamos a romper reglas, al menos hagámoslo con estilo.
Azul y Fach intercambiaron miradas cómplices, resignados ante la energía contagiosa de Abril.
— Está bien, pero si nos retan, yo digo que fue idea de Abril —dijo Azul, levantando las manos en señal de inocencia.
— ¡Traidora! —exclamó Abril, simulando indignación mientras los cuatro salían del salón, todavía riendo.
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En el hospital, el ambiente era tranquilo, casi mágico, como si la noticia del despertar de Alejo hubiera llenado cada rincón con una luz especial. Cuando llegaron al cuarto, encontraron a Belén sentada al borde de la cama, sosteniendo la mano de Alejo, mientras él hablaba en voz baja con Elisabeth.
El momento en que Abril cruzó la puerta, Alejo levantó la vista. Sus ojos se iluminaron al verla, y una sonrisa cálida apareció en su rostro.
— ¡Mirá quién está acá! —dijo él, con la voz aún un poco ronca pero llena de emoción.
Abril se quedó parada en el umbral por un segundo, como si no pudiera creer lo que veía. Luego, sin pensarlo dos veces, corrió hacia él y lo abrazó con fuerza.
— ¡Te descongelaste, Teñido! —exclamó, su voz quebrándose entre risas y lágrimas—. No sabés cuánto te extrañamos.
Alejo rió, devolviéndole el abrazo con todo el cariño del mundo.
— Y yo a ustedes, Floricienta. Aunque parece que me perdí varias cosas, ¿no?
— Algunas cuantas, pero nada que no puedas recuperar —intervino Belén, con una sonrisa tierna—. Lo importante es que estás acá.
Marcos, Fach y Azul se quedaron cerca de la puerta, observando la escena con una mezcla de emoción y discreción. Finalmente, Marcos se acercó, poniendo una mano en el hombro de Alejo.
— Bienvenido de vuelta, jefe. Nos hiciste esperar, pero valió la pena.
— Gracias, pibe —respondió Alejo, dándole un leve apretón en el brazo—. Es bueno saber que cuidaron bien el hogar mientras yo descansaba.
— No solo el hogar —agregó Belén, mirando a Abril con ternura—. También cuidaron a nuestra Floricienta.
Abril se sonrojó, pero no perdió la oportunidad de sonreír.
— Bueno, todavía me falta mucho, pero ya no me siento sola. Tengo a todos ustedes.
Alejo la miró con orgullo y cariño.
— Siempre los tendrás. Eso nunca va a cambiar.
En eso Azul y Facha se acercaron a Belén, como si quisieran asegurarse de que ella era real, Azul le acarició la cara y empezó a gritar emocionada.
— ¡Fach! Es real... Mamá regresó de Eudamon. — la niña apenas conseguía contener las lágrimas. — No sabes el empacho de flikitis que tenía en todos estos años sin vos...
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