Capítulo 56: El Pasado II

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—¿Que?— fueron las únicas palabras que tartamudeo Nicolas por la noticia que recibió de su amigo, su teléfono se resbalo de su mano, cayendo al suelo en un sonido estrepitoso, la vista se dirigió al suelo, la pantalla destruida de su celular no le importo mucho, la imagen de la foto de perfil y el nombre de con quien compartió cuarto en Bariloche preguntando si estaba todo bien.



-X-




Frente a él la tumba de uno de sus mejores amigos con la frase que más repitió en su vida, "Todo pasa por algo", se repitió una y otra vez, sus puños se apretaron con furia poniéndose blancos, las personas a su alrededor allegadas a su hermano todo menos en la sangre, el llanto de la hermana menor con el de su madre causo impotencia en el, recordó la vez que se desvelaron después de una fiesta de graduación y su mejor amigo les conto a él y al resto que compartió habitación con él en esa ciudad.



Jack se acerco a él y puso una mano en su hombro, se mordió los labios intentando que su llanto tampoco escapara. —¿Estás bien?— esa simple pregunta le dio ganas de vomitar, ¿Cómo podria estarlo? su mejor amigo acababa de morir y todo por un pedazo de mierda que siempre le tuvo envidia, incluso años después de que se hayan egresado de la preparatoria.



—Te quiero hermano— las ultimas palabras que escucho 3 días antes en una llamada fueron su único consuelo aparte del de sus amigos, que poco a poco se fueron, dejándolo solo y sin un paraguas. Las nubes se tornaron grises en indicación a que llovería. Pero el se quedo ahí, con la mirada clavada en la tumba, ese rostro frio y sin sentimientos lo acompaño meses después hasta que llego el juicio del tipo.




Nico estaba sentado en el tribunal, su mirada fría y carente de emociones fijada en el frente. El juicio estaba llegando a su fin, y el veredicto final sobre el asesino de su mejor amigo estaba por ser dictado. Nico apenas parpadeaba, sus ojos opacos reflejaban un abismo de dolor contenido.




A su lado, su novia, con el vientre abultado por su embarazo de siete meses, lo miraba con preocupación. Desde la muerte de su mejor amigo, Nico había cambiado drásticamente, volviéndose distante y ensimismado. Ella había tardado años en comprender la verdadera naturaleza de la relación entre Nico y su amigo fallecido. No eran hermanos de sangre, pero su vínculo era tan fuerte que, cuando ella les había preguntado en una reunión en la casa del difunto sobre su relación, ambos habían respondido con una sonrisa radiante: "Somos hermanos."






Esa sonrisa había sido un testimonio de una amistad verdadera, una conexión profunda que trascendía la genética. Pero ahora, ese "hilo" de amistad estaba roto, y la sonrisa que tanto la había enamorado de Nico había desaparecido. Él se había transformado en una sombra del hombre que ella conocía, su mandíbula tensa y marcada mientras esperaba el veredicto.




El juez, quien la noche anterior había sido objeto de las imprecaciones de Nico, entró en la sala y pidió que todos se sentaran. El silencio llenó el recinto cuando el juez se preparó para hablar. Las palabras resonaron en la mente de Nico, pero no lograron penetrar la coraza de indiferencia que lo envolvía. Sentía un vacío abrumador, un abismo de dolor que no podía expresar. La justicia, en ese momento, parecía un concepto vacío, incapaz de devolverle lo que había perdido.




La tristeza en los ojos de su novia pasó desapercibida para Nico. Ella entendía que su prometido estaba sufriendo, pero no podía alcanzar esa parte de él que se había cerrado. Recordaba con dolor la última vez que lo había visto sonreír genuinamente, antes de que el lazo de su amistad se rompiera brutalmente.




Finalmente, el juez dictó su veredicto, y la sala estalló en murmullos y reacciones diversas. Nico no reaccionó. Se levantó lentamente, sin mirar a su alrededor, y salió del tribunal, dejando atrás a su novia y el tumulto. Su corazón, una vez lleno de amor y camaradería, ahora estaba endurecido por el dolor y la pérdida. La justicia había hablado, pero para Nico, la verdadera sentencia había sido la de su propia alma, condenada a una vida de vacío y desolación.





Nico se levantó de su asiento y, sin mirar atrás, se dirigió hacia la puerta del tribunal. El silencio inicial se rompió con murmullos de desaprobación, criticando su aparente falta de respeto. La puerta se cerró de un portazo, silenciando a todos en la sala. Los amigos que le quedaban observaron en silencio, y su novia, luchando por contener las lágrimas, pidió disculpas al juez, quien le dirigió una mirada comprensiva.





Desde su lugar, ella vio al asesino de su amigo esbozar una sonrisa maliciosa, con las manos esposadas bajo la mesa. Sus dedos cruzados revelaban una confianza arrogante que la llenó de disgusto. El asesino provenía de una familia rica, y su abogado, aunque nuevo, estaba decidido a ganar el caso. Sin embargo, el juez, con 30 años de carrera, había rechazado múltiples sobornos para asegurarse de que se hiciera justicia. Pero aún así, la impotencia y la frustración lo embargaban.



El juez tomó su pequeño martillo de madera y golpeó la mesa, dictando el veredicto final antes de levantarse y marcharse. La sala comenzó a vaciarse lentamente; algunas personas se dirigieron a sus hogares, mientras otras esperaban a sus acompañantes.




El juez, acercándose a la tercera edad, se dirigió al baño, dejando atrás su fachada profesional en cuanto cerró la puerta. Se inclinó sobre el retrete y vomitó, abrumado por el asco de sí mismo y la injusticia de la situación. Un asesino estaba suelto, y él se culpaba por no haber podido hacer más para que se hiciera justicia.




—Soy una horrible persona— murmuró con una sonrisa amarga, sentándose en el frío suelo de cuarzo del lujoso baño. Su trabajo y los lugares donde ejercía de juez le ofrecían ventajas más allá del dinero, y aunque podría haberse retirado hace mucho tiempo con los sobornos de viejos casos, seguía impartiendo justicia a los 64 años. Este, sin embargo, había sido el peor de los casos. El asesino debería haber recibido cadena perpetua, pero en su lugar, solo obtuvo una sentencia de cinco años.





—Lo siento, chico— se disculpó, pensando en el joven que había estado a punto de ser expulsado permanentemente de los juicios por su comportamiento, de no ser por su novia embarazada que siempre pedía piedad. Esta vez, Nico se había controlado y simplemente se había ido. El juez, en parte, agradecía y detestaba esto; quería que el joven gritara y lo odiara por la sentencia, pero Nico simplemente se había marchado, dejándolo con su propia culpa y arrepentimiento.



N/A 

Perdon por la tardanza chicos, tuvo algunas inspiraciones de por medio y cuando me pasa y no escribo, termino desvelándome haciendo escenarios en mi cabeza al no poder escribir, intentare actualizar más rápido para al fin terminarla, solo quiero decir que en futuros capítulos se contaran el nombre y la historia del protagonista y Nick.

Un fan reencarnado en Black cloverDonde viven las historias. Descúbrelo ahora