24. De oro

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Narra Hana

— BOKUTO APURATE VAMOS A PERDER EL VUELO POR LA RECHUCHA.

Corremos por el aeropuerto, al weon idiota que tengo de primo se le olvidó la maleta y cuando veníamos a mitad de camino se dio cuenta y nos tuvimos que devolver.

La azafata nos dijo que llegamos dos minutos antes de que cerraran la puerta, tuvimos suerte.

El vuelo pa horrible, demasiadas turbulencias, ninguna de las veces que he viajado de vuelta a puerto han habido tantas weon.

— Conchetumare ojalá lleguemos luego —digo mientras le apreto la mano a mi primo.

— Toi que me cago ma encima —aporta un gran dato.

— No quería saber eso imbecil.

Después de casi dos horas, llegamos a puerto. Mi papá nos vino a buscar, ya son las 8 a.m.

Nos demoramos un poco más de una hora en llegar donde mi abuela, esta señora jamás se quiso ir a vivir con nosotros pa estar más cerca de la ciudad, ella es de campo nomas, a la conchesumadre pa dentro.

— ¡LITAAAAA! —gritamos el Bokuto y yo cuando nos bajamos y corremos a abrazarla.

— Mis niñitos regalones —nos aprieta— los extrañé.

Entramos a la casa, huele tanto a perfume de abuela y pan amasado.

Mi mamá y mis hermanos ya habían llegado hace un rato. Cuando nos sentamos la Lita nos sirve leche calentita y saca el pan del horno.

Extrañaba tanto esto.

— Yapo, cuéntenme que tal santiago.

— Aburrido, la u me tiene chata.

— Pucha mi niña pero tiene que estudiar po, pa que no dependa de ningún weon.

— ¡Así se habla Lita! —digo riendo— ni ahí con los hombres ¿cierto?

— Txa —dicen los cinco hombres que hay en la mesa.

Pasamos la mañana haciendo una sobremesa eterna, entre las historias repetidas de la Lita que aunque nos sabemos de memoria, amamos escuchar.

— ¿Cómo vamos a dormir? —pregunta el Ran.

— Los cuatro hombres se dividen en las dos piezas de abajo, sus papás en la grande de arriba y la Hanita en la la otra —responde me abuela.

— ¿Y por qué la Hana duerme sola? —dice el Yuki.

— Porque ya es señorita pa andar durmiendo con ustedes —lo mira feo— es de mala suerte, así nunca se va a casar.

— ¿Y quien sería tan valiente pa casarse con ella? —webea el Yuki y yo le tiro una miga de pan en toda la cara.

— Por weon tu lavai loza —dice mi papá.

— Pero papáaaa —hace un puchero.

— Pa que me webiai —le saco la lengua.

Sigo enojada con los tres, pero frente de mis papás tengo que disimular. Ayudo a levantar la mesa y luego subo a ordenar la que será mi pieza hasta el martes, benditos feriados, me sirven caleta ahora, en especial cuando no quiero ni ir a la u ni entrenar pa verle la cara de poto al Tsukishima.

Beso de carrete | Tsukishima KeiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora