32. Gatitos

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Narra Hana

Estoy llena de tierra, con toda la ropa sucia, pasa a caballo, pero feliz.

Me encanta mi campo, me hacía falta esto.

— ¡Hana mira ven! —grita mi hermano y me acerco— weona son wawitas.

Me derrito entera cuando veo a cuatro gatitos todos acurrucados entre los pastizales. No deben tener más de dos semanas. Le hago una seña al Kei para que se acerque y vea a estas bolitas preciosas.

— Miraaaa hay uno rubio, se parece a ti —tomo al gatito.

— Estai loca —dice riendo— sí está bonito.

El Yuki se saca el poleron que anda trayendo y pone a los cuatro gatitos encima para llevarlos.

— ¿Se los van a llevar? —pregunta el Kei.

— ¿Y queri dejarlos aquí botaos? sin corazón —lo miro mal— son muy chiquititos para dejarlos aquí, hay perros que se meten al terreno y se los pueden comer.

— Ya rusio, teni que llevartelos tu mientras —se los oasa y el Kei queda tieso— no vai a esperar que me lo lleve yopo si voy colgando.

— No soy fan de los gatos —dice cuando los ve.

— Soporta —decimos al mismo tiempo con el Yuki mientras caminamos al tractor.

Nos subimos y el Kei trata a los gatitos como si se fueran a quebrar. Al saltar trata se hacerles cariño para que no se asusten.

Ni soi fin di lis gitis

Cuando llegamos, el Yuki se los quita y los llevamos a la casa de la Lita.

— MAMÁAAAAAAA —grita el Yuki.

— Toi aquí cabro weon no griti —sale mi mamá de la cocina— ¿Y esas cositas tan bonitas? —hace un puchero.

— ¿Nos podemos quedar con uno?

— Ya, este —apunta al cafecito claro.

Que fácil. Yo le pedí un pez a los cinco y no me dejó.

Son las nueve y media de la mañana, los tres ayudamos a mi mamá a terminar de preparar el desayuno mientras mi papá y mis hermanos vuelven del campo. Los papás del Bokuto, mi primo y el Akaashi llevaron a la Lita a la misa de las 8.

— Kei —me siento con el en el sillón— ¿y si adoptamos al rubiecito?

— No.

— Rusioooo —le hago un puchero— yapooo, si miralo es muy bonito.

— ¿Y dónde lo vamos a tener? —levanta una ceja— ¿en tu pieza?

— Pensaba en tu casa... además así te haría compañía cuando estés solito —le doy un piquito— yapoo.

— Que noooo.

— Bueno entonces seré mamá soltera —voy a buscar al gatito— o le busco otro papá.

— ¡Ya está bien! —rueda los ojos— manipuladora.

— AAYYY TE AMO —le doy besos por toda la cara.

— Pero que se quede contigo y le enseñai a usar arenero y todo eso.

Beso de carrete | Tsukishima KeiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora