39. Recuerdos

393 52 35
                                    

Narra Hana

— Te vai a cagar de frio aquí afuera —habla el Atsumu, acaba de llegar— abrígate weona.

— Txa —lo miro feo— ¿Cómo que weona? enfermo del hoyo.

Ambos reímos al tratarnos así, me recuerda a cuando éramos mejores amigos. Se sienta al lado de mi, estoy sentada en la vereda mirando la entrada del hospital.

— ¿Como te sientes?

— Cansada —suspiro— quiero estar recién bañana, en mi pijama de nubes, abrazando mi almohada rosada.

— Te creo —hace una mueca— ¿Se van a quedar los cuatro aquí toda la noche?

— Sí, es que es por si mi mamá despierta otra vez, dijeron que luego le quitarían los sedantes para hacerle exámenes.

— Que paja estás weas ¿Te acordai cuando me rompí el brazo? —asiento riendo— pasé un día aquí y te juro que casi me morí, odio los hospitales.

— Y yo que prácticamente viviré en uno.

— Valiente pa estudiar medicina —hace una mueca— ¿Te ha ido bien?

— Sí, decente —me encojo de hombros— estaba pensando en cambiarme de carrera.

— ¿Ah? webeame —me mira sorprendido.

— A mantenida —webeo y se ríe— total, pololo ingeniero que ganará plata.

— Ya pero pa eso teni que amarrarlo de por vida po —levanta una ceja— hazle una wawa.

— NI WEONA —lo miro atacada— mejor me sigo quedando pelá por estrés noma.

— Ah con razón, algo decía yo que teniai en el pelo, era que teniai menos —me agarra un mechón de pelo y le doy un manotazo.

— Tonto weon deja mi pelo.

— Que eri enojona oh.

Nos ponemos a conversar y recordar puras weas tontas. Este rato me ha despejado bastante la cabeza y me ha hecho olvidar la vibra pesada que se siente dentro.

— Chucha ya son las 12 —dice mirando la hora— tengo que irme.

— Anda nomas, yo me iré a dormir a una cómoda silla de plástico —hace una mueca— nah mentira, hay un sillón en la pieza de mi mamá, ahí dormiré.

— Weno tonta, avísame cualquier cosa o si necesitas algo —sonríe y me despeina un poco— mañana paso un rato.

— Nos vemos Tsumu.

Hasta mañana Hani.

[...]

— Hola mamita —digo cuando la veo despertarse.

El Ran y yo nos quedamos durmiendo en sillas en la pieza de mi mamá y el Yuki y el Yuji se quedaron en la pieza de mi papá. Son las 10 de la mañana, hemos dormido como el pico.

— ¿Su papá? —dice asustada y trata de levantarse, pero con el Ran la detenemos.

— Está bien mami —contesta el Ran— tranquila, ambos están bien.

Le explicamos a mi mamá lo que pasó con mi papá, se pone a llorar de la pena, quiere verlo pero todavía no la dejan levantarse. Le avisamos a los otros dos que mi mamá despertó y vienen a verla. Tratamos de subirle un poco el animo a mi mamá.

— Buenos días —interrumpe una voz conocida— ¿Cómo amaneció?

— ¿RUSIO? —lo miro sorprendida— ¿Qué haces aquí?

Beso de carrete | Tsukishima KeiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora