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Capítulo cuarenta y dos

| P A S T |

La habitación de Crystal estaba sumida en una profunda quietud. La luz tenue de una lámpara de escritorio proyectaba sombras en las paredes, dando a cada rincón un aspecto nostálgico y melancólico. El silencio era casi opresivo a esa hora de la noche, interrumpido solo por el sutil goteo de agua que llegaba a través de una rendija en una ventana vieja. Crystal se encontraba de pie en el centro de la habitación, su mirada recorriendo cada detalle con una mezcla de tristeza y desasosiego.

A medida que observaba, se dio cuenta de cuánto había cambiado ese lugar desde su última visita. Las paredes que alguna vez conocieron risas y planes ahora parecían más frías, más vacías. Había intentado olvidarse de este espacio, relegarlo a un rincón olvidado de su memoria, pero la realidad de su regreso la golpeaba con la misma intensidad que el primer día en que cruzó ese umbral.

Crystal se dejó caer sobre la cama, sintiendo el peso de su propia incertidumbre. La paz que tanto anhelaba seguía siendo un horizonte inalcanzable, una ilusión que se había desvanecido junto con el paso de los años. Aunque había intentado esconder esos sentimientos oscuros y tumultuosos en las profundidades de su ser, sabía que no podía escapar de ellos. El trabajo en la tierra, la tarea de limpiar el mal y resolver los conflictos, se había convertido en su distracción, en su manera de mantener a raya los fantasmas de su pasado.

Al día siguiente, el laboratorio estaba en un estado de abandono similar al de la habitación. Las máquinas estaban apagadas, y los papeles esparcidos sobre las mesas parecían gritar la ausencia de Tony. Crystal se encontraba en medio de un mar de tecnología, intentando avanzar en las investigaciones que él había dejado atrás. Sus manos movían con destreza los instrumentos, pero su mente estaba a kilómetros de distancia, en un lugar que no podía alcanzar.

Natasha entró al laboratorio con una presencia tranquila, sus pasos apenas audibles sobre el suelo pulido. La vio concentrada en su trabajo, su rostro iluminado por la luz fría de los monitores. Natasha se detuvo en la entrada por un momento, observando a Crystal con una mezcla de simpatía y curiosidad. Finalmente, decidió romper el silencio.

- Te ves diferente. -dijo, su voz rompiendo el silencio con una suavidad inesperada.

Crystal levantó la vista, sorprendida por la presencia de Natasha. Su expresión se endureció por un momento antes de suavizarse en una sonrisa agridulce.

- No sé si es bueno o malo, pero sí, he cambiado. -respondió, su voz cargada de una tristeza que intentaba ocultar.

Natasha dio un paso más cerca, observando el entorno que había cambiado tan poco desde la última vez que estuvo allí.

- Has pasado por mucho, Crys. - agregó, con un tono que buscaba empatía más que condena-. Pero quiero que sepas algo. No te culpo por lo que sucedió. No estoy aquí para juzgarte.

Crystal suspiró, alejando una mota de polvo de un equipo viejo.

- ¿Entonces, por qué estás aquí? -preguntó, su tono un poco áspero, como si temiera una verdad oculta.

Natasha se acercó un poco más, con una expresión de genuina preocupación.

- Estoy aquí porque, a pesar de todo, te extraño. -dijo, su mirada encontrando la de Crystal-. Extraño a la persona que solías ser. Y sé que tú también has perdido mucho. Pero lo que más quiero que sepas es que estoy aquí para ti, no para reprocharte lo que hiciste o dejaste de hacer.

Crystal se quedó en silencio por un momento, asimilando las palabras de Natasha. Finalmente, dejó caer las herramientas sobre la mesa y se giró para enfrentarla completamente.

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