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Capítulo cuarenta y tres

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A medida que el tiempo se distorsionaba a su alrededor, Crystal sintió como si su cuerpo fuera arrastrado por una corriente invisible. El espacio se retorcía y giraba, llevándola a través de un túnel de colores y sonidos distorsionados.

De repente, el torbellino de luz se disipó, y Crystal se encontró en el silencio de una habitación familiar. A su alrededor, los detalles de una casa de la década de 1940 la envolvían en una atmósfera de nostalgia. Estaba en la entrada de una pequeña sala de estar, con muebles de madera oscura y una alfombra persa en el suelo. El aire olía a madera antigua y a un aroma a hogar que le era sorprendentemente reconfortante.

Crystal avanzó con cautela, sintiendo que cada paso la conectaba más con un pasado que parecía tan lejano. La visión de la casa era clara y nítida, como si estuviera dentro de un recuerdo. Sus ojos se posaron en las paredes decoradas con fotos enmarcadas de Steve y su familia, y en el pequeño tocadiscos en una esquina de la sala, un objeto de épocas pasadas que seguía allí.

Un susurro de risas y voces le hizo detenerse. Crystal se metió rápidamente en un rincón, ocultándose detrás de una cortina, cuando vio pasar una versión joven de ella misma y Steve. La joven Crystal, con su cabello pelirrojo brillante y su vestido sencillo, parecía impaciente.

-Steve, ¡este tocadiscos no funciona! -exclamó la joven Crystal, su voz llena de una frustración juguetona.

Steve, de pie junto a ella con su típica sonrisa, intentó sin éxito arreglar el aparato, mientras los dos intercambiaban miradas de complicidad.

El corazón de Crystal se apretó al ver a su yo más joven, el eco de tiempos más simples que había dejado atrás. El contraste entre esa época y su propia realidad la golpeó con fuerza.

Con un suspiro, Crystal se apartó del umbral de la puerta, adentrándose en la habitación que había sido el santuario de Steve durante su infancia. El cuarto estaba repleto de juguetes antiguos, libros apilados y una pequeña mesa con una libreta sobre ella. Era un momento suspendido en el tiempo, una cápsula de memoria que había permanecido intacta.

Se acercó a la libreta, sus dedos temblorosos abrieron las páginas para revelar dibujos de superhéroes, batallas épicas, y escenas que hablaban de sueños de un futuro valiente. Una sonrisa melancólica se formó en sus labios mientras las lágrimas amenazaban con brotar de sus ojos. La libreta estaba llena de la inocencia de un joven Steve que había soñado con ser más grande, con ser un héroe.

El tiempo pasaba rápidamente y Crystal sintió el peso de la inminente separación. Con un esfuerzo, metió la libreta en una de sus bolsas, sabiendo que era el único objeto que podía llevarse de vuelta al presente. La corriente de energía comenzó a rodearla una vez más, el zumbido familiar llenó el aire y la luz la envolvió.

Cuando Crystal apareció de nuevo en la sala de la base, mareada y desorientada, Steve estaba allí para recibirla, sus ojos llenos de preocupación.

-¿Crystal? -su voz era una mezcla de alivio y ansiedad mientras se acercaba a ella.

Crystal le extendió la libreta, su rostro pálido por el viaje pero iluminado por una chispa de esperanza. -Lo logramos. Aquí está.

Steve tomó la libreta con manos temblorosas, sus ojos buscando las señales de éxito en el contenido. La calma que siguió a la experiencia fue un respiro para ambos, un momento de conexión que trascendía el tiempo que había pasado entre ellos.

(...)

La mañana siguiente, la base estaba llena de actividad y energía mientras los Vengadores se preparaban para su misión más importante hasta la fecha: recuperar las Gemas del Infinito. Los grupos se formaron rápidamente: Natasha, Clint, Nebula y Rhodey se dirigirían a buscar la Gema del Alma; Thor y Rocket irían a Asgard por la Gema de la Realidad; y Bruce, Crystal, Scott, Tony y Steve se encargarían del Teseracto y la Gema del Tiempo en Nueva York.

OMEGA | B. Barnes | S. Rogers Donde viven las historias. Descúbrelo ahora