"Mi cuarentón"

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Cassian

No se me podía juzgar; solo estaba cuidando y protegiendo a Mavie. Ella es mi mujer y, desde que la embaracé, se ha vuelto aún más peligrosa para mí. El muñeco Ken temblaba a mi lado. Mavie tenía una cita con él, eso no iba a suceder. No concederé que le ponga las manos encima. Suena a locura, pero a mí no me importa: ella no se toca, y menos aún mis hijos.

—Muñequito de plástico, ya nos conocemos —declare con asco mientras Tony lo sentaba con tosquedad—. Soy Cassian Rostov.

—Tu reputación te precede —mencionó fijándose en Tony y luego en mí—. Abogado de la mafia.

—Me conoces.

—¿Quién no?

—Como me reconoces, sabrás que no me tiembla la mano para cortarte las tuyas.

—Y las tiene muy resbalosas, señor Rostov —sumó Tony—. Unos cuantos dedos no le importarán.

—Concuerdo contigo, Tony. Pero como le prometí a mi mujer —le solté las manos—. Le daré otra oportunidad.

Mavie me tiene preso, y amenazado.

—Dudo que Mavie conozca esta parte de ti.

—Sí, la conoce y la ama —respondí—. Me dirás todo lo que se necesita para realizar un ultrasonido.

—No eres médico.

—¿Quién dice que no? Estás al tanto que no dejaré que toques a mi mujer. ¿Te lo explico o te lo muestro?

—Eres un hombre demasiado celoso. ¿No confías en ella?

—Confío en ella, pero no en ti, muñeco Ken, ni en el repostero. ¿Están aliados para molestarme con mi mujer?

—¿Cuál repostero?

—Otra plaga que eliminaré del mundo.

—¿Eliminas plagas?

—Sí, las aplasto y luego las borro de esta existencia. Tú sigues en mi lista negra.

—¿Qué lista negra?

—Haces demasiadas preguntas para ser médico. Hoy estoy siendo amable y te lo diré: es una lista de celos recientes. El primero fue el insecto patinador, luego sin querer; pero queriendo el vendedor de agua, ahora sigues tú, y el bollero.

Abrió la boca para replicar cuando mi mujer entró al consultorio, dejándome sorprendido. El embarazo le sienta muy bien, esta más preciosa.

—Cassian Rostov, explícame esto.

—Soy tu nuevo doctor.

—¿Pero tú estás quedando loco?

—Eres la culpable de mi demencia, pequeña.

—¿Qué haré contigo?

—Casarte conmigo. Ya te estás tardando; mira que soy un hombre muy solicitado para matrimonio.

—No digas otra palabra más, Rostov.

—Vamos a revisar a nuestros bebés, vida —le tendí la mano y, dudosa, la tomó—. Eso es, mi amor.

Aún seguía ese efecto en ella; decirle "mi amor" la ponía más roja que un tomate y la debilitaba.

Se acostó en la camilla y alzó su blusa, revelando su pequeño vientre. Tony no miró más de lo necesario; le valía que no lo hiciera. Vertí una crema fría en su abdomen y, con el aparato, comencé la ecografía. Los videos de internet ayudan. El muñeco Ken encendió el monitor y pudimos ver cómo dos vidas crecían en el vientre de mi mujer.

"El Abogado de la Mafia" { 𝐋𝐢𝐛𝐫𝐨; 𝟏 𝐂𝐨𝐦𝐩𝐥𝐞𝐭𝐨✅}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora