8. Excusas

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Llevo ya dos semanas en casa de Fermin, pero sé que no puedo seguir aquí para siempre, cuando viene alguna chica no está muy contenta de verme, aunque yo solo estoy estudiando en mi habitación, pero tengo la mala costumbre de salir a beber agua o comer. Me he planteado alquilarme algún sitio solo para mi, pero no se siente bien, sé que tengo que hablar con Pablo, pero me falta el valor para afrontar esa conversación.

En cuanto se dio cuenta de que no estaba en casa, me llamo y cuando le dije que estaba en casa de Fermin, vino inmediatamente. Le dije que no estaba enfadada, simplemente necesitaba espacio y tranquilidad, que en unos días volvía, pero los días pasan, él me escribe todos los días, pero yo no vuelvo.

A la salida del entrenamiento veo a Ferran, lo saludo con un asentimiento de cabeza y se acerca a mi.

- Hola - dice con un nerviosismo que nunca le había visto.

- Hola - le respondo en un tono habitual.

- ¿Podemos hablar? - me pide.

- Aquí no - le digo mirando a todas las personas a nuestro alrededor - ¿me llevas?

- Claro - dice rápidamente, sorprendido de que haya aceptado tan fácilmente. 

Ha sido siempre un buen amigo, nos merecemos esta conversación, subimos al coche.

- ¿A casa de Fermin? - pregunta y yo simplemente asiento.

Estamos todo el camino sin hablar, tan solo escuchamos la música que suena por los altavoces, no es un silencio incómodo, simplemente no es el lugar para hablarlo. Cuando llegamos a la casa, ambos sabemos que Fermin no está por lo que le ofrezco un refresco, a lo cual él solo pide agua, nos sirvo a ambos y nos sentamos en el sofá.

- Te escucho - me giro a mirarlo de frente sentados en el sofá.

- No sé por dónde empezar - está visiblemente incomodo - Lo siento tanto Nils, se me fue, fui un cabrón y tú eres la persona que menos se lo merece. No sé qué me paso, no voy a culpar al alcohol, porque el gilipollas fui yo, eres mi mejor amiga, y se que la he cagado mucho, pero espero que en algún momento puedas perdonarme.

- Te perdono - le digo tranquilizándolo mientras le cojo la mano que le tiembla nerviosa - La cagaste mucho, Ferri - sonríe cuando lo llamo con su apodo cariñoso - me sentí muy mal, confío en tí y te aprovechaste de eso, no pensaste en cómo me sentiría yo.

Nos quedamos ambos en silencio sin saber cómo seguir.

- Le he dado muchas vueltas - encuentro las palabras para seguir y él levanta la cabeza para mirarme de nuevo - No sé si fue porque estaba cerca, me he llegado a plantear si fue porque estaba en bañador, por el alcohol, o un conjunto de todo. Pero ¿sabes lo que no me he planteado? que era por ser yo. Mi confianza se quedo por los suelos, y eso me enfado más conmigo misma que contigo.

- Ey, por supuesto que era por ser tú, eres increíble y no te voy a engañar, tienes un cuerpo increíble y con ese bañador - mueve la cabeza negando - eso no es excusa, pero no quiero que pienses esas cosas, y menos por mi culpa.

- ¿Por qué lo hiciste cuando estabas hasta las cejas? - le pregunto poniendo las cartas sobre la mesa.

- Supongo que me dio el valor - admite. - ¿Te parecería bien si lo hubiera hecho sobrio?

- No hubiera dolido tanto - digo apoyando mi frente en su hombro.

- No te estoy entendiendo - escucho la voz de confusión de Ferran, puedo imaginar su cara sin necesidad de verlo.

- Yo tampoco me entiendo - me incorporo y lo miro a los ojos - pero sé que todavía no estás bien, tienes que sanar y yo no soy una buena tirita.

- Sabes que eso son excusas, nunca ha sido una opción para ti, te conozco - habla con un dolor que no sabía que tenia dentro - Nunca querrías estar conmigo, porque no te gusta este mundo y no me parece justo que uses excusas dándome esperanzas, cuando sabes tan bien como yo cual es la verdad.

Veo como se levanta del sofá con la necesidad de dejar distancia entre nosotros.

- Ferri - digo en apenas un hilo de voz.

- No, ahora no uses eso - dice dolido, manteniendo la distancia.

- Lo siento, no he querido hacerte sentir mal, nunca te he mentido, sabes que este no es mi mundo - digo agotada.

- Pero sigues aquí - me echa en cara una verdad que duele.

- Sí, sigo aquí - me levanto yo también del sofá, alterada por la conversación - Soy una hipócrita, lo sé, no me vas a decir nada que no me diga todos los días. ¿Te sientes mejor?

- No, joder, esto es una mierda, pero no puedes decirme que necesito sanar, porque ese no es el verdadero motivo y no es justo que me eches a mi la responsabilidad.

Cuando escucho sus palabras, toda la verdad que llevan me golpea de repente y me dejo caer en el sofá, porque duele y no sé cómo hacerlo mejor.

- Lo siento, lo siento, tienes razón, lo siento - admito conteniendo las lágrimas.

No puedo mirarlo por lo que mantengo la cara entre mis manos apoyando los codos en mis piernas, cuando noto que se acerca a mi, poniéndose a mi altura y sus manos en mi pelo.

- Ya está, ya está, tenemos que dejar de hacernos daño - me susurra y yo levanto la cabeza para poder mirarlo.

Me acerca a su pecho y se sienta junto a mi abrazándome, ya no puedo contener más las lágrimas y él me acaricia el pelo mientras yo me rompo.

No sé cuanto tiempo ha pasado, nos hemos quedado así durante horas supongo, en absoluto silencio, cada uno escuchando sus propios pensamientos, cuando escuchamos el sonido de la llave en la puerta. Ferran se pone tenso enseguida, cuando ve a Fermin se aparta de mi, lo saluda y dice que se tiene que ir, se acerca a mi, me da un beso en la frente ya que sigo paralizada en el sofá sin entender lo que acaba de pasar.

Nos vemos - se marcha rápidamente, cerrando la puerta.

¿Qué acaba de pasar? - me pregunta Fermin tan sorprendido como yo.

Me encojo de hombros, completamente confusa y agotada, no tengo energía para seguir pensando.

Me voy a dormir, el entrenamiento me ha dejado agotada - le digo.

Descansa - me abraza cuando paso junto a él.

Me meto en la cama y mi mente se queda reviviendo la conversación que hemos tenido hasta que me he culpado por todas y cada una de mis palabras.

Se merece intentarloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora