28. El dinero

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El 5 de julio estábamos en Palacios, hemos conseguido vacaciones ambos, por lo que nos hemos ido con la familia. Conseguí aprobar todos los exámenes, así que hasta septiembre estaba un poco más libre, al menos en ese sentido. En casa me sentí mejor, sin presión, liberada, por lo tanto, mi cuerpo volvió a aceptar los diferentes alimentos, sintiéndome mucho mejor. Estábamos todos viendo el partido contra Alemania en casa de nuestros padres, cuando no llevábamos ni diez minutos jugados y vemos la entrada de Kroos a Pedri, antes de que toque el suelo, mi hermano me mira y ya sabemos que va a acabar lesionado. Ver su cara contraída de dolor en primer plano nos rompe, mi hermano estalla enfadado y frustrado por la pasividad del arbitro. Pedri sale cojeando del campo, en este caso quejándose de la rodilla izquierda, no la derecha que es en la que ha tenido tantas lesiones últimamente. Ferran corre hacia a él para ayudarlo, y por las expresiones de ambos sabemos que no es solo una leve molestia.

Le han revisado los médicos y se queda en el banquillo, no presto demasiada atención al partido, intentando tranquilizar a mi hermano, nos alegramos de la victoria porque el juego de Alemania ha sido muy sucio y no merecían la victoria.

En cuanto se termina el partido, le envío un mensaje a Ferran, sé que cogerá el móvil al entrar al vestuario, por lo que le pido que me llame. Pocos minutos después me está llamado, lo cual me sorprende porque sé que estará haciendo una valoración el míster.

- Hola preciosa, no puedo hablar, dicen que parece un esguince - me dice rápidamente en un tono de voz que es casi un susurro. - Luego te llamo.

- Gracias - no sé si me escucha porque ya escucho la otra línea sin sonido.

Se lo digo a mi hermano y se tranquiliza un poco.

- Tenía que haber ido a Alemania - se queja.

- ¿Para qué? Sabes lo que es una concentración, no ibas a poder estar con ellos - le intento hacer entrar en razón. - Tienes que estar aquí, necesitas un descanso, rodeado de los tuyos, dejándote querer.

- Tienes razón - me dice tras unos minutos de silencio reflexionando.- Se siente bien estar en casa, ¿verdad? - me pregunta.

- Se siente increíble estar en casa - le confirmo.

- Me gusta estar aquí y ser solo Pablo, dejar a Gavi en Barcelona - me dice.

- Te entiendo - le digo sin atreverme a decir nada más por miedo a romperme.

- El dinero no da la felicidad - reflexiona en voz alta.

- Solo compra una sensación efímera de poder que es muy peligrosa - le digo.

- Creo que me sentía invencible, y esto ha sido la vida dándome un golpe de realidad - se lamenta. - Y me ha servido para poner las cosas en perspectiva, valorar lo realmente importante.

- Me alegra escuchar eso, pero me da mucha pena que hayas tenido que pasar por una lesión tan importante para llegar a ese punto - me siento con él en su cama. - Nunca me escuchabas, pero tuve mucho miedo el año pasado, no te reconocía y no sabía cómo traerte de vuelta.

- Mamá me contó que te animó a irte de casa, que no tenías que aguantarme así, pero no te fuiste - me sorprende que se lo haya dicho.

- No funciona así, Pablo, no es tan fácil, no me podía ir sabiendo que tú estabas cayendo en un pozo muy profundo.

- No es fácil sentirte normal cuando te tratan cómo un dios, llevaba toda la vida soñando con llegar dónde estaba y ya lo había conseguido todo con 18 años.

- Tienes que tener claro si tu sueño es jugar a fútbol o el reconocimiento público que da.

- No entiendo por qué hay que elegir - se queja.

- Porque si no tienes claros tus objetivos, es muy fácil perderse por el camino. - le aconsejo. - No eres mejor que nadie, Pablo, eres una persona más, con la suerte de que por tu trabajo te pagan millones de euros, pero eso no te hace mejor persona, solo más caro.

- A veces no tengo claros mis objetivos, es demasiado tentador sentirte intocable - al escuchar sus palabras recuerdo inmediatamente las amenazas de Laporta.

- Nadie somos intocables - le aseguro. - Todos tenemos debilidades.

- Creo que el año pasado se nos fue a los tres - admite.

- Lo sé, pero tú eres mi hermano y siempre vas a ser mi prioridad - le aclaro.

- No sé qué haría sin ti - me confiesa.

- Yo tampoco sé qué haría sin ti - le confieso de vuelta.

- A veces pienso en qué haré cuando te vayas a trabajar a otro equipo, a otra ciudad y me cuesta respirar - me confiesa y yo rompo a llorar, llevada por las emociones de las últimas semanas. - Mierda, Nini, no quería hacerte llorar.

- No quiero dejarte - le confieso entre lágrimas. 

Nos quedamos abrazados esperando la llamada de los chicos.

Se merece intentarloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora